DYLE Nº 18

Y por fin nos quitamos las mascarillas…
Inspectora de educación
En las siguientes líneas, desde mi perspectiva de inspectora de educación, voy a tratar de valorar la situación actual poscovid de los centros educativos.
Antes de nada, llama la atención que a partir de la pandemia se ha incrementado el número de incidencias que llegan al Servicio de Inspección Educativa, especialmente las referidas a los conflictos entre familias, alumnado y profesorado, lo cual pone de manifiesto la dificultad de llegar a acuerdos y soluciones en la convivencia diaria de los centros.
De todos modos, conviene no olvidar que fue tan solo hace un año, el 18 de abril de 2022, cuando los alumnos y las alumnas dejaron de tener que ir con mascarilla en interiores y con ello decayó la medida más visible de la pandemia del COVID-19. Por fin conseguimos alcanzar la anhelada normalidad, quitar las mascarillas, vernos las caras, hablar sin nada en la boca, escuchar matices y reírnos juntos. El ruido volvió a las aulas y los profesores volvieron a mandar callar.
Sin duda, los centros educativos representan a la sociedad en la que están inmersos y sus actores principales son el alumnado, familias, el profesorado y los equipos directivos, que desarrollan sus acciones en un determinado contexto cultural, social, económico y emocional. En consecuencia, el cambio de contexto ha modificado la respuesta de los miembros de cada comunidad educativa de un modo irreversible.
Por un lado, los efectos de la pandemia seguidos de inestabilidad económica han incrementado en las familias la incertidumbre y los miedos. Tratan de proteger más a sus hijos, de evitar que sufran de forma innecesaria y demandan a los centros que hagan lo mismo.
Las familias tratan de proteger más a sus hijos, de evitar que sufran de forma innecesaria y demandan a los centros que hagan lo mismo.
Paralelamente, los niños y adolescentes han tenido que adaptarse al aislamiento, a la interrupción de la vida cotidiana, al estrés social y a las preocupaciones por el futuro, lo cual les provoca una ansiedad que se manifiesta de diversas formas: depresiones y autolesiones, anorexias y bulimias, conductas disruptivas en las aulas, falta de respeto a las normas, acosos, agresiones físicas, bajo rendimiento académico…
Además, el aumento significativo en el uso de internet y de las redes sociales que se produjo con la pandemia dio paso a adicciones en los niños, que se pueden pasar largas horas en las redes, jugando a videojuegos o usando compulsivamente el teléfono. En ello puede estar el origen de sus dificultades para concentrase, falta de sueño, disminución de la actividad física y desinterés por la educación. Todo esto, afecta a su salud física y mental.
La ansiedad se manifiesta de diversas formas: depresiones y autolesiones, anorexias y bulimias, conductas disruptivas en las aulas, falta de respeto a las normas, acosos, agresiones físicas, bajo rendimiento académico. Además, el aumento significativo en el uso de internet y redes sociales que se produjo con la pandemia generó adicciones.
No obstante, hay que matizar que los efectos de la pandemia han afectado más a aquellos en una situación más vulnerable, incrementando las diferencias y la diversidad.
En este contexto, el profesorado se enfrenta a una situación cada vez más compleja y, en mi opinión, ha reaccionado, fruto de la necesidad, principalmente en dos direcciones, adaptándose a un entorno virtual y buscando el cuidado emocional del alumnado necesario para mejorar su rendimiento académico.
El profesorado ha reaccionado principalmente en dos direcciones, adaptándose a un entorno virtual y buscando el cuidado emocional del alumnado necesario para mejorar su rendimiento académico.
Tampoco hay que olvidar que la pandemia impulsó el aprendizaje de habilidades y métodos de enseñanza digitales en los centros educativos de una forma que parecía poco antes impensable. Se abrieron nuevos espacios educativos virtuales que permanecen hoy día como complemento a la enseñanza en las aulas y cuyas posibilidades aún se están explorando.
Por otra parte, el profesorado ha ampliado el foco de su práctica docente, que antes estaba centrada casi exclusivamente en lo académico, para educar también en lo emocional. La pandemia hizo ver que el alumnado iba a necesitar habilidades que le ayudasen a reconocer y a regular sus emociones para hacer frente a la incertidumbre y la adversidad. Se ha empezado a dar más importancia a la inteligencia emocional, la comunicación empática, la solidaridad, la resiliencia y la adaptabilidad.
Nos enfrentamos a un futuro incierto, más aún en estos momentos en los que la Inteligencia Artificial se hace cada vez más frecuente en nuestra vida cotidiana. El profesorado es consciente del cambio social y normativo, de que se necesita una atención educativa diferente para desarrollar competencias y aptitudes necesarias en el siglo XXI, de que se precisa de un nuevo modelo de aprendizaje y de innovación pedagógica para estimular dichas capacidades.
Sin embargo, la innovación educativa, la búsqueda de la inclusión y la educación en el respeto y la tolerancia suponen retos cada vez más difíciles de conseguir, ante los que el profesorado no se siente capacitado, demanda formación y se siente abrumado.
El profesorado es consciente de que se necesita una atención educativa diferente para desarrollar competencias y aptitudes específicas para el siglo XXI.
Al mismo tiempo, hay que destacar el papel fundamental de los equipos directivos, héroes sin aplauso que lucharon en la pandemia por una atención telemática para todos, que consiguieron mantener abiertos los centros educativos y que en estos momentos no solamente planifican, organizan, gestionan, sino que también median en los conflictos, motivan al profesorado y al alumnado, promueven innovaciones educativas y temporalizan las exigencias de la Administración. Estos equipos han marcado una gran diferencia en los centros y en la sociedad en su conjunto, están formados por personas que han demostrado un compromiso indestructible y dedican su esfuerzo y tiempo a trabajar por aquello en lo que creen con un firme sentido de la responsabilidad.
Los equipos directivos, héroes sin aplauso, han marcado una gran diferencia en los centros y en la sociedad en su conjunto.
Desde el Servicio de Inspección Educativa, con un pie en los centros y otro en la Consejería de Educación, realizamos nuestras funciones equilibrando lo ideal y lo real, atendemos a las exigencias de la Administración y a los retos del Siglo XXI teniendo en cuenta las posibilidades reales que tienen las comunidades educativas en estos momentos. Tratamos de apoyar a los equipos directivos y mediar en aquellos conflictos más graves.
El Servicio de Inspección Educativa realizamos nuestras funciones equilibrando lo ideal y lo real. Tratamos de apoyar a los equipos directivos y mediar en aquellos conflictos más graves.
En resumidas cuentas, ahora que nos hemos quitado las mascarillas, tenemos que pensar en qué sentido la educación puede contribuir al modelo social que queremos en este siglo. Necesitamos vencer el miedo, recuperar la ilusión y diseñar planes de acción concretos y realistas entre todos los sectores de cada una de las comunidades educativas.
Para ello, no es fácil saber lo que tenemos que hacer, pero únicamente sobre la base de relaciones de convivencia positivas, desde la comprensión, la empatía, la comunicación activa y el reconocimiento de que todos nos encontramos en un proceso de transformación, se pueden construir procesos educativos de calidad.
Si queremos vivir adecuadamente, es necesaria cierta destreza para movernos en tres ámbitos distintos: el mundo externo, el mundo interno, y el mundo de los demás.
Daniel Goleman