En algunos medios, y en oleadas que van y vienen, se ha querido vender la idea del clima escolar como un infierno, singularmente en la educación secundaria obligatoria. No hay duda de que algunas personas han tenido, como profesionales o como alumnos, experiencias duras e incluso críticas en entornos escolares. Pero en general hay un acuerdo bastante sólido en afirmar que la escuela, el centro docente, es un lugar seguro, más seguro con toda probabilidad que la calle, por decirlo en términos poco rigurosos pero muy expresivos.

En el imaginario colectivo clásico de los supuestos “centros infierno”, hasta hace no muchos años, se achacaba el presunto riesgo o peligro a las relaciones interpersonales, que sin duda pueden derivar en situaciones de violencia, de presión emocional, etc. Tanto desde la óptica del educando, como de la del trabajador que presta servicios en un hábitat donde las relaciones humanas, directas y persistentes, juegan un papel decisivo.

En esta línea digamos más clásica, hemos incluido en este monográfico el artículo “Prevención de riesgos laborales en los centros escolares: contribución de la seguridad y la salud en el aprendizaje”, de Antonio Burgos-García, sobre la conveniencia de contemplar con amplitud el concepto de riesgo laboral en el ámbito escolar. O la experiencia “Institut Escola La Mina, un proyecto con fuste para la igualdad de oportunidades”, de un centro ubicado en un entorno complejo, distinto del estándar, que a menudo injustamente se asocia al riesgo. Nos explican cómo se puede trabajar en un entorno así.

Pero no cabe duda de que la irrupción masiva de la digitalización, en todos sus aspectos, ha conllevado, en los centros escolares, a cada uno de sus alumnos y profesores, ser el sujeto de nuevos riesgos para la identidad y la dignidad, sin duda ocasionados por una tecnificación de la comunicación que bien pocos se atreven a cuestionar. Una tecnificación de la comunicación que ha alterado hasta la raíz probablemente la esencia de cómo los menores se informan y se relacionan con el mundo. En esta línea publicamos el artículo “Ciberataques y protección de datos; nuevos retos para los centros educativos”, de Ignacio Borregán y Nuria Santos, de carácter introductorio y más técnico.

Se completa el monográfico con un grupo de trabajos que aportan materiales e ideas para encauzar desde la óptica de la gestión docente estos nuevos retos: “El hábitat digital. Un nuevo desafío educativo”, de XX; “Un buen virus ya no es suficiente”, de Cristina Mercader; “Personas conectadas, oportunidades educativas”, de Isabel Dans Álvarez de Sotomayor; y “Claves para dar respuestas a los peligros en red que sufren personas con diversidad cognitiva desde la dirección de los centros”, de Alfredo Blanco Martínez. Se completan las aportaciones de carácter más pedagógico e incluso jurídico con una entrevista a Víctor Salgado Seguín profesor de Derecho TIC en HUB Escuela de Negocios Digitales.

Está muy claro que el centro escolar no es el origen de estas nuevas inseguridades, pero sí puede ser el lugar donde se vigila y se observa. Como se dice en uno de los artículos, el lugar donde se acompaña en el riesgo, porque si no hay seguridad y confianza no hay salud ni aprendizaje