Revista sobre educación y liderazgo educativo DYLE Nº 12

DYLE Nº 12

Monográfico

¿Presencialidad o educación a través de pantallas? opiniones del estudiantado argentino

Beatriz De Ansó

Gabriela Galli

Eda Artola

Marisa Conde

La pandemia por el virus de la COVID-19 ha impactado en las distintas esferas societarias. Tal como ocurrió en otras partes del mundo, el Estado argentino tomó como medida de excepción el cierre de las instituciones educativas (Ministerio de Educación de la Nación, Resolución 108/2020).

En consecuencia, el escenario educativo sufrió un cambio abrupto: las clases presenciales comenzaron a dictarse de forma remota y las instituciones gestaron planes de emergencia para garantizar la continuidad pedagógica. El estudiantado y el profesorado tuvieron que adaptarse al nuevo formato con los medios que tenían a su alcance. Las familias debieron cambiar rutinas y organizar el horario de las clases y el teletrabajo y, en numerosas ocasiones, los padres y las madres debieron arbitrar en el uso alternativo de los artefactos. De esta manera las pantallas del hogar se volvían el medio más usado y muchos dispositivos y aplicaciones que eran utilizadas para un fin social o recreativo, se convertían en la llave para conectarse con el mundo educativo y laboral.

El Ministerio de Educación, para atender la contingencia, puso a disposición de la comunidad un sitio web, programas educativos en la televisión y radio pública, cuadernillos impresos con contenidos educativos para todos los niveles de educación obligatoria, acompañó con capacitación docente, elaboró materiales didácticos, amplió la infraestructura digital a partir de la entrega de netbooks o reparación de las existentes y estableció acuerdos con empresas de servicios de comunicación para la navegación gratuita por plataformas educativas. Sin embargo, esto no fue suficiente.

La pandemia puso de relieve desigualdades respecto de i) Acceso: no siempre el estudiantado y profesorado disponía de artefactos propios ni contaba con Internet; ii) Espacios: generalmente los espacios para aprender/trabajar eran compartidos por otros integrantes del hogar; iii) Competencias: no todo el personal docente y el estudiantado poseían competencias digitales suficientes para enseñar y aprender de forma remota; iv) Experiencia en el trabajo con entornos didácticos digitales: no todas las comunidades educativas contaban con plataformas de aprendizaje y cada una de ellas tuvo que organizarlos o rediseñarlos, adquirir experiencia, elaborar normativa y acompañar a sus miembros en el cambio de modalidad de enseñanza; v) Contrato pedagógico: en función de su realidad cada institución gestó acuerdos para acompañar las trayectorias educativas del estudiantado; vi) Convivencia: situaciones de violencia familiar, agravadas por convivencia en encierro, impactaban en el rendimiento escolar.

Según la encuesta realizada por UNICEF (2020 citado por UNICEF, 2021) a hogares con niñas, niños y adolescentes residentes en áreas urbanas de la República Argentina, durante abril 2020, el 40% no contaba con una computadora o tableta y 3 de cada 10 tampoco disponían de conectividad domiciliaria, acceso que prácticamente se duplica en aquellos que cursan estudios en instituciones de gestión privada. En el informe denominado Encuesta de percepción y actitudes de la población. Impacto de la pandemia en la educación de niñas, niños y adolescentes durante 2020 (UNICEF, 2021), las y los adolescentes argentinos participantes del estudio, en su mayoría, expresaron que tuvieron contacto con sus docentes y más del 45% lo hacía día por medio o bien todos los días. El 31% indicó que aprendió “muy poco” o incluso que no logró aprender nada de forma remota. Las actividades e interacciones estudiantado-profesorado fueron diversificándose con el paso del tiempo y fueron incorporando videos, presentaciones, videoconferencias y plataformas educativas. Además, en la encuesta realizada por Google y UNICEF (2020) a chicos y chicas argentinos de entre 14 y 19 años con representación nacional, un 27% pudo incorporar la rutina de la educación a distancia “casi de inmediato”, un 29% lo pudo hacer “pero le llevó tiempo”, otro 11% identificó que también lo logró pero que le demandó “mucho tiempo” y un 33% consideró que todavía no cree haberla incorporado.

Con respecto a las inequidades vinculadas con la conectividad gratuita y de calidad, podríamos identificar cuatro grupos: i) parte de la comunidad que no ha tenido problema de conexión; ii) aquellos que disponían de conexión en su hogar pero, por momentos, le era imposible participar del encuentro sincrónico por la saturación del sistema; iii) los que no disponían de computadora y se conectaban por celular y en pocas horas tenían agotado su crédito y, iv) los que no disponían de conectividad y solicitaban apoyo a las instituciones educativas.

Algunos datos del 2020 ya mostraban las actividades que realizaba el estudiantado en su tiempo libre y cómo se sentía durante la enseñanza mediada por una pantalla: 4 de cada 10 jóvenes ha manifestado algún sentimiento negativo como angustia, miedo o depresión. También destacan que lo más difícil fue la interrupción de los vínculos con sus amigos mientras que han incrementado el uso de las redes sociales y de los videojuegos desde diferentes dispositivos (UNICEF, 2021). Por otro lado, ya se comenzaba a registrar el deseo de volver a la presencialidad: el 55% de adolescentes entre 14 y 19 años consultados por Google y UNICEF (2020) manifestó que tiene “muchas ganas” de regresar a la presencialidad, el 17% tiene “ganas” y 13% “algo de ganas”, frente a un 15% que se mostró más reticente. Este estado de situación es coincidente con las opiniones relevadas en nuestra población estudiantil.

Bajo este escenario comenzamos a cuestionar la hipótesis de que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes tienen naturalizado el trabajo en entornos digitales a diferencia de los adultos, abriendo el interrogante de por qué no se adaptan a la educación remota. Entendemos que la respuesta es multidimensional, asociada a aspectos personales, económicos, sociales, cognitivos, de equipamiento, organizativos, pedagógico-didácticos, entre otros. Finalizando el primer semestre del 2020 los datos demostraban que utilizar artefactos y aplicaciones durante el tiempo libre o vida social, no implicaba, necesariamente y en forma análoga, una mediación efectiva para cualquier propósito.

Figura 1: Opiniones de estudiantes mayores de 16 años sobre Presencialidad

El ciclo lectivo 2021, en Argentina, se inició con el dictado de clases de manera heterogénea: remota, bimodal o presencial, según las jurisdicciones y los niveles educativos. Transcurriendo ya el segundo semestre y en etapa de presencialidad plena cuidada en los niveles inicial, primario y secundario y, remota en superior – con excepción del campo de las prácticas profesionalizantes que son presenciales -, el equipo de investigación en Tecnología Educativa de la Universidad Nacional de Tres Febrero, Argentina, llevó a cabo una indagación a adolescentes y jóvenes de la región Metropolitana de Buenos Aires, de la cual se desprende que un 47,7% prefiere la presencialidad, un 22,7% la virtualidad y un 29,5% la bimodalidad.

Para los integrantes del equipo de investigación, estos datos relevados, hace dos años eran impensados, debido a que el alumnado, en pre-pandemia, nos solicitaba actividades mediadas digitalmente, la incorporación de juegos y de materiales digitales por sobre lo analógico; además, utilizaba el celular en clase para búsqueda de información o uso de aplicaciones quebrando, en algunos casos, las normas institucionales que lo prohibían.

Hoy, de sus voces resaltamos que prefieren la presencialidad porque: aprenden más, entienden mejor, practican más, pueden preguntar de manera más sencilla sus dudas, se cansan menos, lo consideran más relevante que estar sentado frente a una pantalla, ven a sus amigos, tienen mejor rendimiento, se divierten más, se distraen mucho en el hogar, les gusta más, no entienden bien durante los encuentros sincrónicos, tienen una relación más fluida con los docentes, consideran que los docentes enseñan poco y posteriormente deben hacer mucha tarea solos. En la Figura 1 se puede apreciar la distribución de las opiniones, las que podríamos agrupar en dos categorías: proceso de enseñanza y aprendizaje y vinculación.

Por otro lado, quienes prefieren la virtualidad afirman que con esa modalidad optimizan los tiempos de estudio y ahorran tiempo en viaje. Mientras que los que eligen la bimodalidad consideran que hay un aprovechamiento mayor del tiempo. Un encuestado la definió como: “el equilibrio perfecto de ambas posiciones, la comodidad a la hora de realizar tareas online y lo gratificante que resulta una clase presencial”. De estas opiniones rescatamos que los beneficios no están asociados directamente con lo académico sino a otras condiciones.

También indagamos, además de estas preferencias, acerca de los recursos que prefieren para aprender. En la Figura 2 se aprecia que los recursos de mayor agrado son los video tutoriales (68,2%), plataformas (59.1%), apuntes brindados por el profesor (54.5%) y foros y audiovisuales (45.5% respectivamente). Se destaca que tanto el libro impreso como los videojuegos recibieron el 38.6% de las respuestas brindadas por el colectivo encuestado. Estos datos nos permitirían esbozar como hipótesis que las y los adolescentes y jóvenes de la región Metropolitana de Buenos Aires, prefieren la presencialidad como modalidad de enseñanza, y a su vez incorporan recursos multimediales para su aprendizaje.

Nuestra intención no es entrar en el debate si debe primar la enseñanza presencial por sobre la remota. Tampoco evaluar si una es mejor que otra. Entendemos que el traslado forzoso de la presencialidad a las pantallas implicó un gran esfuerzo a nivel macro y en el interior de cada institución en términos de garantizar la continuidad pedagógica. Y consideramos que la pandemia es un punto de inflexión en el sistema educativo que pone de relieve potencialidades y desigualdades.

Figura 2: Recursos más utilizados para aprender

Lo importante es mirar el camino recorrido durante estos casi dos años y aprender, tanto de los logros obtenidos como de los errores cometidos. Y también reflexionar que, si como docentes, hasta hace poco pensábamos y diseñábamos secuencias didácticas para trabajar con pantallas a raíz de la motivación que despertaban en el estudiantado, hoy muchos prefieren la presencialidad. Agotamiento, estrés, tensiones, falta de organización y sistematización, problemas personales y familiares, son algunas causas derivadas de este contexto. Sin embargo, más allá de añorar la pre-pandemia y estar o no tan de acuerdo con la enseñanza remota, debemos aprovechar las competencias y aprendizajes adquiridos frente a la pantalla. Proponemos recuperar estos saberes para recrear las prácticas en un entorno híbrido, que vino para quedarse

REFERENCIAS

Ministerio de Educación de la Nación. (10 de junio de 2020). Legislación y Avisos Oficiales. Obtenido de Resolución 108/2020: https://www.boletinoficial.gob.ar/detalleAviso/primera/226752/20200316

Google-UNICEF (6 de Octubre 2020). Relevamiento #TuVozImportahttps://www.unicef.org/argentina/comunicados-prensa/google-y-unicef-consultan-jovenes-educacion-distancia

UNICEF (2021). Encuesta de percepción y actitudes de la población. Impacto de la pandemia en la educación de niñas, niños y adolescentes durante 2020. UNICEF Argentina.