Revista sobre educación y liderazgo educativo DYLE Nº 25

DYLE Nº 25

Faro

Las prácticas en los títulos universitarios: elementos que potencian su valor formativo

María Teresa Alvarado Turiel

Inspectora de Educación. Profesora asociada Universidad de Valladolid

En la actualidad, la brecha entre la teoría y la práctica sigue siendo un desafío persistente. El valor de un título universitario no solo se mide por los conocimientos teóricos adquiridos en el aula, sino también por la capacidad de aplicarlos en el mundo laboral. En este sentido, las prácticas profesionales se han convertido en un elemento clave para potenciar la formación de los estudiantes, brindándoles la oportunidad de enfrentarse a situaciones reales en sus respectivos campos de estudio.

Zabalza indica que “saber es distinto de hacer; teoría y práctica andan en desencuentros constantes; el pensar se desvincula del actuar y con ello el conocimiento se aleja de la experiencia”. Esta separación ha sido una problemática recurrente en la formación académica, generando egresados con un alto nivel teórico, pero con dificultades para adaptarse a los desafíos del mundo laboral.

Desde la pedagogía, esta problemática no ha pasado desapercibida, John Dewey planteó pensamiento y acción como procesos que están intrínsecamente vinculados. Ambos se necesitan mutuamente para construirse y, sobre todo, para darse significado y coherencia. El pensamiento necesita de la acción para convertirse en conocimiento.

Las universidades implementan modelos educativos que fortalecen esta conexión entre el saber y el hacer, promoviendo programas de prácticas, formación dual y aprendizaje basado en proyectos. Estas estrategias permiten a los estudiantes no solo adquirir habilidades prácticas, sino también desarrollar una comprensión más profunda y significativa de los conceptos teóricos que han estudiado.

No se debe pasar por alto que en esa vinculación entre “saber” y “hacer”, la reflexión (como la consideración activa y persistente de los motivos por los que se piensa o se hace algo y de los resultados a los que se tiende) juega un papel esencial. Reflexionar sobre la propia experiencia práctica favorece la construcción del conocimiento y permite a los futuros profesionales evaluar críticamente su desempeño y mejorar sus competencias.

Las prácticas universitarias, por lo tanto, permiten a los alumnos aplicar los conceptos adquiridos en el aula en entornos laborales concretos. A través de estas experiencias, los estudiantes desarrollan habilidades como la resolución de problemas, la toma de decisiones y la comunicación efectiva, aspectos que son esenciales para un desempeño exitoso en el mercado laboral. Por lo tanto, la integración de prácticas profesionales en los planes de estudio se ha convertido en un elemento clave para potenciar el valor formativo de los títulos universitarios.

Debemos entender que de las prácticas universitarias no solo benefician los estudiantes, sino también a las empresas e instituciones que los reciben. Para los alumnos, estas experiencias representan una forma de confirmar su vocación profesional, explorar diferentes áreas de especialización y construir redes de contacto en el sector. Además, les permiten conocer la dinámica del mercado laboral y mejorar su adaptabilidad a los cambios y exigencias del mismo.

Asimismo, para las empresas, incorporar estudiantes en prácticas representa una oportunidad para detectar y formar talento joven, evaluar potenciales empleados sin compromisos inmediatos y recibir ideas frescas e innovadoras. Muchas organizaciones han incorporado programas de prácticas como una estrategia para atraer y retener a los mejores profesionales desde sus inicios.

A pesar de los beneficios evidentes, no todas las universidades han logrado integrar las prácticas de manera efectiva en sus planes de estudio. En algunos casos, estas experiencias siguen siendo opcionales, lo que reduce su impacto en la formación profesional de los estudiantes. Para maximizar su valor, es fundamental que las universidades trabajen en estrecha colaboración con empresas y organismos públicos para garantizar que las prácticas sean de calidad y estén alineadas con los requerimientos del sector.

Del mismo modo, se debe asegurar que las prácticas no se conviertan en una forma de empleo precario o explotación laboral, sino en una etapa formativa en la que los estudiantes reciban una orientación adecuada y un trato justo.

A partir del análisis de los posts, los artículos y las noticias recogidos en el Wakelet de este número, al cual podéis acceder a través del código QR, se observa que el aprendizaje universitario no puede limitarse a la adquisición de conocimientos teóricos. La incorporación de prácticas profesionales como parte esencial de los programas académicos garantiza que los estudiantes estén mejor preparados para los desafíos del mundo laboral.

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