DYLE Nº8

La evaluación como solución, no como problema
José Miguel Arias Blanco
Profesor de Métodos de Investigación y Diagnóstico en Educación. Universidad de Oviedo
“La evaluación es una parte fascinante de la actividad del profesor”
(Tenbrink, 1981, p.16)
Desde el mes de marzo del pasado año estamos viviendo una situación muy compleja en todos los ámbitos: personal, familiar, profesional, social, … como consecuencia de la pandemia por COVID 19 que ha afectado profundamente a nuestro modo de vivir y relacionarnos con el entorno y con las personas que nos rodean. Además, esta situación nos está llevando, y no es lo menos relevante, a cambiar o cuestionar algunas de nuestras prioridades o, al menos, a reflexionar sobre ellas.
Uno de los ámbitos que se han visto radicalmente afectados ha sido el educativo. De viernes a lunes pasamos profesorado y alumnado de estar en las aulas a vernos en nuestras casas y no poder desarrollar nuestro trabajo docente o de estudio como veníamos haciendo, de un modo más o menos tradicional, más o menos innovador, más o menos (ponga aquí lo que quiera). Y comenzamos una auténtica aventura. En pocos días comenzamos con clases on-line, sesiones virtuales, plataformas de teleenseñanza… Nos empezamos a familiarizar con expresiones como sesión síncrona, teletrabajo, videoconferencia… Comenzó una aventura en la que docentes y estudiantes ponían lo mejor para continuar con la enseñanza, con el aprendizaje, con la idea de que nadie se quedara atrás, con muchas dificultades técnicas, con carencias en la disponibilidad de recursos, de conexión, de materiales docentes… Se pusieron a disposición de unos y otros diversos materiales, cursos de formación, iniciativas colaborativas, etc… Pusimos en marcha lo que se denominó “docencia remota de emergencia” (no confundir con docencia on-line, Hodges et al., 2020). No es nuestro objetivo profundizar en este relato, en las medidas que se tomaron y las que se deberían haber tomado, pero es necesario recordarlo. En pocas semanas la situación aconsejó que no se reanudarán las clases y se fue acercando el final del curso… y con ello surgió el problema…
¿Cómo será la evaluación? ¿Aprobado general? ¿Habrá exámenes? ¿Se podrá pasar de curso? ¿Y la EBAU (o EVAU)? Los medios de comunicación y las redes sociales se llenaron de comentarios, de reflexiones, de propuestas y de ocurrencias. La evaluación era un problema. Un problema enorme. En poco tiempo se elaboraron propuestas de carácter global sobre cómo abordar la situación, como la de la Fundación COTEC que planteaba escenarios diversos (Zubillaga y Gortázar, 2020). Pero el debate sobre cómo actuar tenía un plano político al margen, en ocasiones, de lo que decían profesorado y expertos (como ejemplo, Sánchez, 2020).
Este planteamiento muestra cuál es el concepto de evaluación que forma parte del imaginario colectivo. Evaluación como sinónimo de examen. Y si decimos examen pensamos en estudiantes sentados en una mesa, con un papel y un lápiz o bolígrafo, a una distancia que no permita ver lo que otra persona escribe, en total silencio y nada para consultar. Una situación que no parecía posible dada la dimensión de la pandemia. Hagamos los exámenes virtuales, on-line, en remoto, decían algunos. Los estudiantes copiarán, decían otros. No hagamos exámenes, decían los terceros. Algo que indudablemente refuerza la idea de que “la evaluación y la calificación tienen un peso muy importante en la manera en que entendemos la escuela, donde “aprobar” sigue teniendo más peso que “aprender”” (Zubillaga y Gortázar, 2020, p. 6).
Esto nos lleva a tener que plantearnos cuál es nuestro concepto de evaluación. En concreto de la evaluación del aprendizaje, o si atendemos a las últimas tendencias, la evaluación de las competencias o de los resultados del aprendizaje. Este acercamiento conceptual debemos hacerlo teniendo en cuenta las creencias de los distintos implicados sobre qué es y para qué sirve, por un lado, y el contexto en que se formula porque habrá pequeñas o grandes diferencias en función del nivel educativo, disciplina, recursos, características de los estudiantes, modelo educativo, etc.
Todas estas fuentes de diferencias se han mantenido con la pandemia y no han sido consideradas en muchas ocasiones, propiciando un debate inútil sobre una simplificación de la realidad. Unos debates que algunos escuchábamos entre asombrados e indignados por la trivialización y por no ver reflejada en ellos la realidad que vivíamos. “¿Por qué ha sido tan fácil consensuar la continuidad en el aprendizaje y resulta tan difícil consensuar la continuidad en la evaluación?” (Moreno y Luengo, 2020).
La diferencia fundamental entre antes y después de marzo de 2020 ha sido la distancia, el aislamiento, la no presencialidad. Pero una gran parte de los análisis que hemos visto en prensa general y en algunos casos especializada (no se incluyen referencias porque en todos los periódicos, cadenas de radio y televisión ha habido reportajes y debates) han tratado el tema como si antes se evaluara de una única forma y hubiera que encontrar otra fórmula válida para todo. Un análisis mínimamente riguroso de las modificaciones que debíamos (o debemos) realizar pasa por considerar inicialmente qué ha cambiado con la pandemia y cuál es la situación de confinamiento, semiconfinamiento, no presencialidad, y en consecuencia la necesidad y las características que debe tener una evaluación remota.
Las preguntas que deberíamos hacernos en primer lugar deberían centrarse en los efectos que provocan estos cambios en los entornos de aprendizaje ¿cómo se aprende en este contexto? ¿se puede aprender? ¿unas cosas sí y otras no? Y pasar a las que deberían ser las relevantes de como preguntas centrales de la evaluación de los estudiantes: ¿qué han aprendido? ¿cómo han aprendido? Resulta imprescindible partir de la delimitación y el análisis de aquello que no cambia y aquello que ha cambiado. No cambian las funciones de la evaluación, es probable que sí cambie el modo de recoger la información. En definitiva, se trata de tomar decisiones sobre qué deberíamos hacer y esto no siempre coincidirá con lo que solíamos hacer (Bilbao Quintana y López de la Serna, 2020; Bolívar 2020; Hargreaves, 2020). Y para eso también es importante realizar investigación que tenga en cuenta las opiniones y visiones que sobre el tema tienen las familias y los propios estudiantes (Diez-Gutiérrez y Gajardo-Espinoza, 2020).
En este punto es preciso volver sobre el concepto de evaluación. Como para otras muchas situaciones la imagen del iceberg es muy socorrida, pero certera. En la evaluación del alumnado hay cosas que se ven y, en consecuencia, son conocidas y reconocidas, y otras muchas que no se ven y que, por tanto, no son tan conocidas y pocas veces se reconocen. Pero su importancia es indudable. Por ello, aunque el profesorado conoce perfectamente qué hay en la parte sumergida del iceberg, no está nunca de más hacerlo visible.
Obtener información, emitir juicios, tomar decisiones
La toma de decisiones a partir de los juicios emitidos en el proceso de evaluación se convierte en uno de los elementos fundamentales de parte de los debates que hemos tenido en estos meses. Las decisiones, en lo que aquí nos atañe referidas a personas, pueden tener distintos objetivos: de carácter administrativo, como la repetición de curso o la promoción, la obtención de un título, o de carácter estrictamente educativo, como el asesoramiento, la personalización curricular.
No debemos olvidar aquí la distinción clásica de Scriven (1967) entre la evaluación del proceso, la que se utiliza para conocer cómo se está desarrollando un proceso y mejorarlo (formative evaluation o evaluación formativa) y la que se utiliza para valorar un resultado final (summative evaluation o, tal y como se ha traducido y se conoce mayoritariamente, evaluación sumativa). Aunque formulada en el contexto de la evaluación de programas, la distinción se extendió rápidamente a la evaluación de personas (Bloom, 1968) y se ha consolidado.
La evaluación no debe ser el problema, debe ser la solución. O, al menos, una de las soluciones a los problemas que nos ha planteado la pandemia. Si consideramos la evaluación desde el punto de vista formativo, si consideramos la evaluación como el principal recurso del que disponemos para conocer cómo se está desarrollando el proceso de aprendizaje del estudiante, estaremos en el camino de que sea una solución. La evaluación nos debe decir cómo aprende, qué aprende, qué dificultades está teniendo el alumnado, tanto grupal como individualmente.
La evaluación es un componente esencial del proceso de enseñanza y aprendizaje que tiene su protagonismo en todos los momentos o fases de ese proceso. En los momentos previos, de la definición y concreción de los objetivos y de las actividades, durante su desarrollo y, como no, en la fase final, como valoración del nivel alcanzado. En cada uno de esos momentos es preciso recoger información con finalidad evaluativa. De este modo, el profesorado conocerá en todo momento los avances, las dificultades, los logros. Finalmente tendremos que emitir un juicio finalista, una calificación, que tendrá efectos administrativos. Pero no debemos confundir calificación con evaluación.
El profesorado ha estado estos meses evaluando de forma permanente. Ha valorado qué actividades y experiencias de enseñanza y aprendizaje plantear en entornos remotos, ha recogido información de todo tipo (recursos tecnológicos disponibles, entornos familiares, dificultades de aprendizaje), estableciendo planes individualizados en los casos en los que era necesario por una u otra razón. Ha recogido la información necesaria para valorar la situación y tomar decisiones. Ha podido hacerlo con las herramientas y conocimientos que tenía o ha tenido que recurrir a modos poco habituales hasta ahora en su caso y ha debido formarse en el uso de dispositivos que no utilizaba habitualmente. Reducir la discusión o el debate a cómo calificar o a cuáles son las decisiones que deben tomarse es una reducción y simplificación no admisible.
Desde nuestro punto de vista, la pandemia nos ha hecho reflexionar sobre la necesidad de hablar de evaluación y no únicamente de calificación. Tiene que hacer visible la necesidad de tener información sobre el progreso en el conocimiento, en la adquisición de competencias. El profesorado que comparte esta visión de la evaluación (en su sentido más amplio) tiene un importante reto, pero cuenta con el conocimiento o profundizará en su formación para disponer de las estrategias necesarias para abordar la tarea con entusiasmo y profesionalidad
Referencias
Bilbao Quintana, N. y López de la Serna, A. (junio, 2020). ¿Se puede evaluar hoy a los alumnos igual que antes de la pandemia? The Conversation. https://theconversation.com/se-puede-evaluar-hoy-a-los-alumnos-igual-que-antes-de-la-pandemia-138485
Bloom, B.S. (1968). Learning for Mastery. Regional Education Laboratory for the Carolinas and Virginia, Topical Papers and Reprints, 1. https://eric.ed.gov/?id=ED053419
Bolívar, A. (2020). Post-Covid-19: Repensar la función y tareas de la escuela. Aula Magna 2.0. [Blog]. https://cuedespyd.hypotheses.org/8170
Diez-Gutiérrez, E. & Gajardo-Espinoza, K. (2020). Educar y Evaluar en Tiempos de Coronavirus: la Situación en España. Multidisciplinary Journal of Educational Research, 10 (2), 102-134. doi: 10.4471/remie.2020.5604
Hargreaves (2020). Teachers must lead schools’ response to Covid-19. The Times Educational Supplement. https://www.tes.com/news/teachers-must-lead-schools-response-covid-19
Hodges, Ch.; Moore, S.; Lockee, B.; Trust, T. y Bond, A. (m) The Difference Between Emergency Remote Teaching and Online Learning. EDUCAUSE Review. https://er.educause.edu/articles/2020/3/the-difference-between-emergency-remote-teaching-and-online-learning
Moreno J.M. y Luengo, F. (abril de 2020). Aprender, aprobar, pasar y repetir en estos tiempos. Magisterio. https://www.magisnet.com/2020/04/aprender-aprobar-pasar-y-repetir-en-estos-tiempos/
Sánchez, C. D. (18 de abril de 2020). El debate ficticio en educación: Promocionar de curso en la ESO con asignaturas suspendidas ya sucede. El Diario. https://www.eldiario.es/sociedad/pacto-educativo-gobierno-comunidades_1_5872457.html
Scriven, Michael (1967). “The methodology of evaluation”, en R. W. Tyler, R. M. Gagne y M. Scriven (eds.). Perspectives of Curriculum Evaluation. Rand McNally.
Tenbrink, T. D. (1981). Evaluación. Guía práctica para profesores. Narcea
UNESCO (2020): Sistemas educativos de América Latina en respuesta a la Covid-19: Continuidad educativa y evaluación. Análisis desde la evidencia del Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) https://unesdoc.unesco.org/ark:/48223/pf0000374018
Zubillaga, A. y Gortázar, L. (2020). Covid-19 y educación: Problemas, respuestas y escenarios. Fundación COTEC.