Revista sobre educación y liderazgo educativo DYLE Nº7

DYLE Nº7

Entrevista

Entrevista a Serafín Antúnez

Manuel Álvarez Fernández

Serafín Antúnez ha sido maestro, director de un centro escolar, profesor de la Escuela Universitaria del Profesorado y del Instituto de Ciencias de la Educación de la Universidad de Barcelona. Ha escrito numerosos libros y artículos sobre organización y gestión de centros educativos, y sobre formación de directivos y del profesorado. Ha participado en congresos y proyectos nacionales e internacionales de capacitación de formación de docentes, de directivos escolares, supervisores y de personas responsables de la formación inicial y permanente del profesorado.

Desde hace algún tiempo, se vienen publicando trabajos e investigaciones sobre “el buen profesor” uno de los más conocidos y valorados por la dimensión de la muestra y sobre todo por su metodología ha sido el de Ken Bain, que titula “El buen profesor existe” referido al profesorado de la universidad. ¿Tú crees que el buen profesor existe en todos los niveles de la enseñanza?

Resulta muy difícil caracterizar de manera taxativa el canon del “buen profesor” y más aún el de “los mejores profesores”, tal como los denomina Bain en su celebrado estudio. “Mejor” implica comparación y eso es una tarea compleja si se pretende hacer con un mínimo rigor. Para comprender y analizar la práctica docente hay que situarla en un escenario determinado. Cada contexto es irrepetible y requiere del personal docente adecuado.

Por otra parte, sin descuidar la reflexión sobre el desempeño docente como tarea individual, a mí me parece tanto o más necesario poner énfasis en la preocupación por construir buenos equipos docentes. En ellos tendrán cabida personas con competencias profesionales disparejas, pero seguramente fácilmente complementarias. Se trata de ponerlas en juego de manera concurrente en tanto que profesionales que comparten durante varios años la educación de un grupo de estudiantes también heterogéneo respecto a sus necesidades educativas.

¿Has conocido o tienes experiencia de buenos profesores, podrías definir los rasgos, características, habilidades que los identifican?

Te contesto añadiendo algunas ideas más a mi respuesta a la pregunta anterior. He conocido y conozco docentes, para mí admirables, en todos los niveles y etapas educativas. Cada quien, con su estilo, pero con unas características comunes. Tienen un destacado compromiso social. Asumen con gran responsabilidad su tarea profesional. Tienen un respeto máximo y aprecio sincero a sus estudiantes sin excepción alguna y, por tanto, se preocupan por conocerles en sus dimensiones personal y académica. También poseen el conocimiento didáctico necesario para proponerles retos intelectuales atractivos, factibles y diferenciados según sus necesidades que siempre serán desiguales entre individuos.

También se han publicado estudios sobre los factores controlables que inciden en el aprendizaje, entre ellos, la familia, la edad del niño o adolescente, el tiempo dedicado al aprendizaje, la actuación docente, el clima de convivencia y relación del centro, la dirección o el ejercicio de algún tipo de liderazgo, etc. Como valorarías la actuación docente entre los factores señalados.

Todos esos factores inciden de un modo u otro. Si nos ceñimos a la actuación docente, tal como me propones, es evidente que tiene una importancia cardinal. Ahora bien, esa actuación para que influya positivamente en los aprendizajes debería estar planteada e implementada en equipo, como antes comentábamos, a través de una adecuada gestión del aula, con todo lo que conlleva: respetuosa con los principios de respeto, equidad, inclusión e individualización, en la medida que sea posible, y enmarcada en un proyecto educativo institucional con un rumbo claro, orientado por los valores democráticos

También desde hace algunos años Instituciones internacionales de alguna manera vinculadas la educación como TALIS, PISA, etc., vienen sugiriendo la importancia del ejercicio de un liderazgo pedagógico como un factor de satisfacción docente y de eficacia en la obtención de resultados, ¿consideras que este tipo de liderazgo sugerido por las instituciones vinculadas a la OCDE y por autores tan importantes como Leithwood, deben tener conocimiento experto sobre lo que es un buen profesor?

Sin duda. Las personas que, además de dirigir, aspiran a liderar democráticamente nuestras instituciones educativas deberían tener un conocimiento fundamentado sobre qué tipo de docente es el más idóneo para dar un buen servicio al alumnado y sus familias en su contexto particular. Sin embargo, tenemos un problema. Aun teniendo ese conocimiento tal vez no les sirva de mucho si las plantillas docentes se construyen considerando criterios administrativos que podrían ser contrarios a aquel tipo teóricamente idóneo, o a través de decisiones no sujetas a los principios de publicidad, mérito y capacidad. Ante ese panorama, el compromiso de las instancias directivas debería centrase en facilitar procesos de desarrollo profesional al interior de cada institución y, de modo, más preciso, promoviendo procesos de formación permanente interna orientados a fortalecer las competencias docentes pertinentes.

¿Consideras que en las facultades de educación que proporcionan la formación inicial a la gran mayoría de futuros docentes tienen claras las competencias que deberían desarrollar los alumnos a lo largo de la carrera para llegar a ser buenos profesores?

Si nos guiamos por las expresiones manifiestas que aparecen en los programas académicos, sí, las tenemos claras. Ahora bien, el asunto está en qué es lo que hace el profesorado de esas facultades para desarrollar las competencias declaradas en sus planes docentes. Todo eso está muy relacionado con un aspecto que, según creo, no se ha estudiado suficientemente en nuestro país: ¿quiénes conformamos ese colectivo profesional?, ¿qué méritos se consideran para acceder a los cuerpos docentes universitarios del área de educación?, ¿se diferencian suficientemente de los que se requieren para el acceso a la docencia en otras facultades?, ¿cuáles son, de manera precisa, nuestras prácticas docentes?, ¿sabemos algo sobre sus efectos?, ¿en qué medida y cómo son sometidas a escrutinio por instancias pertinentes?. Las respuestas a esos interrogantes y a otros más son necesarias.

¿Crees que existe alguna relación entre vocación docente y competencia docente? O, en otros términos, ¿consideras que la vocación entendida como inclinación, tendencia hacia una profesión para la que uno piensa que tiene aptitudes y que concuerda con sus gustos e intereses, tiene algo que ver con la imagen del buen profesor?

Cuando una persona joven que aún no inició sus estudios universitarios nos dice que tiene vocación para la docencia o, de manera más solemne, que se siente llamada a esa tarea, su expresión no deja de ser el reflejo de un anhelo que va asociado a una imagen idealizada de la profesión como consecuencia de una curiosidad, de una voluntad de emulación y también de un juicio muy optimista de sus propios talentos. La competencia docente es otra cosa. Tiene que ver con hechos, con prácticas profesionales en escenarios reales muy concretos, a menudo hostiles e impensados para quien se creyó llamado para la docencia. La buena imagen se construye a través de hechos, no tanto de deseos.

Existen factores o situaciones que pueden influir a lo largo del itinerario profesional para llegar a ser un profesor competente (Buen profesor) como: una buena formación inicial, el compromiso con la formación permanente, capacidades y motivación personales (vocación), trabajo en equipo, pertenencia a un departamento que funciona bien, fácil acceso a recursos didácticos y tecnológicos, buen clima de trabajo, etc.. ¿para ti cuáles serían los factores más influentes?

Todos esos factos tienen influencia, claro. La presunta competencia docente, si aceptamos que alguien pudo acreditarla alguna vez de manera plena y en un determinado escenario profesional, no constituye un atributo imperecedero. Habría que revalidarla constantemente. Por lo tanto, de esos factores, todos ellos importantes, me inclino a destacar el compromiso y la capacidad para organizar la formación permanente propia, como nos recordaba Perrenoud. La vida laboral del profesorado puede abarcar un período de más de cuarenta años. Por lo tanto, construir esa competencia debería ser una tarea permanentemente inacabada en el camino de nuestro desarrollo profesional.

Finalmente ¿Cuáles serían, según tu opinión y/o experiencia, las dificultades y carencias con que se encuentra hoy en día un docente para desarrollar un perfil profesional competente?

Si te parece, por resultar obvio, dejamos para otra ocasión lo de la insuficiencia de recursos dedicados a la educación en nuestro país. Son muchas las dificultades. Yo hablaría, más bien, de barreras a una práctica profesional eficiente, satisfactoria y, sobre todo, honesta. Una de ellas, tal vez la más importante, la constituyen nuestros prejuicios y estereotipos negativos en relación con nuestro alumnado y con los contextos sociales en los que están inserta la institución educativa. Es una barrera mental. Exceso de etnocentrismo, al fin y al cabo. Otro obstáculo es la autocomplacencia y la falta de una autocrítica suficiente respecto a nuestro propio trabajo. Si no conseguimos vencer estos dos obstáculos, avanzar en el camino hacia la competencia profesional será una mera utopía