DYLE Nº7
Editorial
Emilio J. Veiga Río
Presidente de la Federación Estatal del Fórum Europeo de Administradores/as de la Educación
Recién iniciado el curso escolar 2020-2021, y tras sufrir una pandemia mundial que ha puesto en jaque el sistema educativo, si una cosa ha quedado patente es la importancia de la escuela y de sus docentes para demostrar que la desaparición del entorno escolar puede tener implicaciones dramáticas, sobre todo para los niños y niñas más vulnerables. “No hay evidencias suficientes para medir el efecto del cierre de escuelas sobre el riesgo de contagio, pero en cambio están muy bien documentadas las consecuencias negativas sobre la seguridad, el bienestar y el aprendizaje de los niños», que se recogen en estudios recientes. (Proyecto de Innovación Atlántida, Junio 2020, Grupo de Medición y Evaluación, Univ Valencia, Julio 2020).
Un referente en educación, Andy Hargreaves, fundador de Atlantic Rim Collaboratory (ARC), ha dicho recientemente “las escuelas están haciendo cosas extraordinarias en todo el mundo para enfrentarse a las nuevas realidades. Las escuelas y los maestros son nuestras heroínas invisibles, que apoyan a los servicios de salud y reinventan la manera de ofrecer educación”.
En este contexto, el papel del maestro es esencial ya que es la persona encargada de planificar, ejecutar, acompañar, validar… todo aquello que ha de abordar con su alumnado. Es decir, no se ha de quedar en ser un mero docente instructor, transmisor de conocimientos sino que se ha de convertir en un docente educador y formador de sus alumnos y alumnas, transmisor también de humanidad. A los docentes actuales, la sociedad nos ha confiado la educación, en el sentido más amplio de la palabra, de los adultos democráticos del mañana. Los docentes no podemos reducir esa tarea tan importante a una mera transmisión de conocimientos. Hacerlo sería un empobrecimiento de lo que realmente se espera de un profesor.
La propia LOMCE recoge en sus principios, la consideración de la función docente como factor esencial de la calidad de la educación, el reconocimiento social del profesorado y el apoyo a su tarea. Y en sus fines, que los poderes públicos prestarán una atención prioritaria al conjunto de factores que favorecen la calidad de la enseñanza y, en especial, la cualificación y formación del profesorado, su trabajo en equipo, la dotación de recursos educativos, la investigación, la experimentación y la renovación educativa.
La relevancia del docente, como factor fundamental de la calidad educativa, marca la diferencia respecto a otros factores. Ha sido una idea central en diversos estudios e investigaciones del ámbito nacional e internacional (Bruns y Luque, 2014; Bolivar, A, 2015; Kane, McCaffrey, Miller y Staiger, 2013; OECD, 2009). También los periódicos informes internacionales como PISA o Talis, hablan de la importancia del profesorado para determinar el grado de calidad de los sistemas educativos de los países. Si algo pone en evidencia PISA es que la calidad de los docentes es determinante para la buena salud de un sistema educativo.
En los estudios sobre el factor docente en la educación, Moreno (2012) resume así el perfil de este tipo de docente: de las decenas de profesores y profesoras que nos imparten clases a lo largo de nuestra permanencia en el sistema educativo algunos perduran en nuestra memoria y no se difumina su recuerdo por más que pase el tiempo. “Son aquéllos que consiguen la conexión mágica entre docente y discente, los que nos tocan la fibra sensible, los que ven más allá de nuestra apariencia, los que con la palabra justa y el ejemplo adecuado canalizan nuestro talento y sin los cuales no seríamos lo que somos. Todos llevamos la huella de un docente en nuestra vida”.
Así pues, podemos destacar algunas áreas que tienen una influencia directa en el personal docente y su trabajo: procesos y regulaciones de contratación (y selección); formación del personal docente; programas de orientación y tutoría; formación profesional; feedback y evaluación de los docentes, y desarrollo profesional y del liderazgo. De forma más indirecta, tanto las políticas escolares, como los programas educativos, las evaluaciones y rendición de cuentas, las estrategias de financiación a centros escolares y la organización y planificación de los mismos, influyen y limitan de manera indirecta el trabajo docente
La educación no es llenar un cubo, sino encender un fuego. Y en eso los buenos maestros son artistas (William Butler Yeats).