DYLE Nº 15
Editorial
La educación verdadera es praxis, reflexión y acción
del hombre sobre el mundo para transformarlo.
Paulo Freire
Podemos definir el concepto “comunidad educativa” como el conjunto de personas que forman parte, influyen y son afectadas por el ámbito educativo. La escuela, la universidad, formada por los alumnos que asisten para recibir educación, los profesores y maestros que se encuentran allí dispuestos para brindar sus conocimientos y guiar a los alumnos, los ex alumnos, las autoridades de la escuela, aquellos que contribuyen económicamente en el sostenimiento de la misma, los vecinos, entre los principales actores, conforman lo que se llama comunidad educativa.
Por todo deberíamos englobar el concepto escuela-territorio bajo cuatro principales dimensiones:
– Dimensión física. El centro educativo y su entorno más cercano como recurso de aprendizajes
– Dimensión funcional. Con modelos educativos como el Aprendizaje Servicio
– Dimensión temporal. La escuela “en” y “con” su tiempo, respirando el presente, sin olvidar el pasado e inhalando el futuro.
– Dimensión relacional. La importancia de fomentar una comunidad sana, colaborativa, inclusiva, participativa, democrática. Una sociedad empapada de los principios DUA.
La importancia de la escuela y de la familia para una formación integral del alumnado nadie la pone en duda pero debemos de ser, también, muy conscientes de la importancia de un concepto más amplio, el de ese viejo proverbio africano que dice que “Para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Y eso nos ha de llevar a pensar que una sociedad educadora, es una sociedad más justa, más unida, en resumen es una sociedad más inclusiva.
La mejor forma de educar es aquella que lo hace de forma global, la escuela ha de ser inclusiva; ha de recoger la diversidad de la realidad social y comentar la inclusión de las diversidades físicas, culturales, de ritmos y de forma de aprendizaje. Los Proyectos Educativos de centro han de tener muy presente que la escuela es una representación de la diversidad social (entorno próximo, diversidad familiar, migración…) en la que han de convivir y en la que habrán de hacer sus aportaciones de mejora.
Es decir, la escuela es un espacio de aprendizaje auténtico y una entidad que ha de fomentar una educación global, vinculándola a la realidad próxima y global con la participación real de toda la comunidad educativa, y ha de tener presentes las individualidades y la diversidad de recursos que ofrece o debería ofrecer la sociedad en un enfoque integral de las personas en todas sus dimensiones.
Cuando la nueva ley educativa, la LOMLOE, introduce conceptos como el de “competencias clave” y dentro de ellas de forma novedosa independiza la “competencia ciudadana” podemos entender que una de las intencionalidades en la procura de los perfiles de salida del alumnado deba ser que la institución escolar ha de contar con la comunidad de forma global y continua para la obtención de la mejor calidad formativa.
Tras todo lo reflexionado consideramos que también tenemos que tener en cuenta un presente muy complejo. Un orbe mundial que no facilita la paz y la tranquilidad que se precisa para que las escuelas y sus territorios trabajen y avancen de forma conjunta, eficaz y dando respuesta a las principales necesidades de ambas.
En estos momentos de agitación política, la escuela ha de cobrar un papel emergente en la formación de la ciudadanía crítica. Construir una escuela incluida en su territorio nos lleva a preguntarnos sobre el papel de la institución escolar como un agente fundamental de mejora social y educativa para su entorno. Por ello, la escuela incluida se asienta sobre los principios de la inclusión, la interculturalidad y la democratización, que permiten construir un modelo educativo transformador desde la participación ciudadana. (Sales, A y Moliner, Odet, 2020).