Revista sobre educación y liderazgo educativo DYLE Nº7

DYLE Nº7

Monográfico

El (buen) maestro

Alicia Rodríguez Gómez

Resumen: Pocas profesiones hay en este país que susciten tanto recelo y tanta crítica a nivel colectivo como la labor docente en España. Y a la vez, pocas satisfacciones hay mayores que la de la tranquilidad que se genera en unos padres y madres al saber que sus hijos e hijas están en las mejores manos.

Palabras clave: Docente, España, vocación de servicio.

¿Qué nos convierte a unos docentes en buenos docentes? ¿Qué son capaces de ver las familias y el alumnado para valorar a unos y denostar a otros?

Si el crecimiento y el valor de un país se ve favorecido por la formación y cualificación de su capital humano, es lógico pensar que cuanto mejor sea la selección de aquellos que enseñan, así como su vocación de servicio, mayor será el éxito del alumnado y la satisfacción de la ciudadanía y, por tanto, más importante el desarrollo de ese mismo país.

  • Pasar más hambre que un maestro de escuela
  • Como el maestro Quiñones, que nada sabe y quiere dar lecciones
  • El maestro Ciruela, que no sabe leer y pone escuela
  • Al maestro, cuchillada presto
  • Trabajas menos que un maestro de escuela

Sólo es necesario echar un vistazo al refranero español para darse cuenta de cuál es en gran medida la imagen del maestro/a en España. Tenemos infinidad de ejemplos que dejan constancia de ello. Y es que, contrariamente a lo que ocurre en muchos otros países del mundo, existen pocas profesiones más denostadas en este país que la de docente. Y no es una situación derivada del escenario de pandemia actual, que ha sido el caldo de cultivo perfecto para agravar esta imagen, sino que se viene arrastrando desde hace décadas.

¿Qué es lo que provoca que se puedan tener asumidas frases o refranes como Trabajas menos que un maestro de escuela y al mismo tiempo se pueda apreciar tanto que a nuestros hijos o nuestras hijas les haya tocado un buen docente? ¿Qué es lo que hace que los reconocimientos se centren a nivel individual y no colectivo como ocurre con la labor sanitaria? ¿No resulta incoherente menospreciar una profesión de manera colectiva y al mismo tiempo valorarla tanto de manera individual?

¿Qué hace que uno o una sea un buen docente frente a los demás?

Vocación. Vocación es la palabra clave. Vocación es lo que diferencia a buenos/as médicos de médicos. Vocación es lo que diferencia al buen jardinero/a de un jardinero/a. Al buen funcionariado del funcionariado. Al buen cuerpo de seguridad del estado de los cuerpos de seguridad del estado. Vocación es lo que diferencia al buen y la buena docente del docente. Vocación de servicio en todos los casos.

Pero en realidad, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de vocación de servicio?

La Real Academia de la Lengua define vocación como:

Inclinación a un estado, una profesión o una carrera.

A simple vista parece una definición demasiado escueta por lo que preferimos inclinarnos por esta otra que encontramos en Definición ABC y que señala:

Cuando alguien tiene el convencimiento y la pasión por ejercer una actividad profesional se dice que tiene vocación. La vocación de servicio se refiere a la inclinación profesional orientada a satisfacer las necesidades ajenas.

Según esto y es por lo que ésta última definición nos interesa, podríamos decir que uno elige un trabajo u otro por dos motivos: por el beneficio personal y/o económico que le reporta además de por el beneficio ajeno que reporta a los demás. Puede hacerse por una razón, por la otra o por ambas. Y cuando son ambas es cuando podríamos asegurar que hablamos de vocación de servicio.

Extrapolemos al buen o buena docente del docente:

  • Cuando las razones para elegir esta profesión son meramente personales: salario, horario, conciliación familiar, vacaciones, etc. estaríamos hablando de docentes, sin más.
  • Cuando las razones para elegir esta profesión, además de las anteriores son: satisfacción personal por el beneficio ajeno que genera, convencimiento de la labor que se realiza, deseo de colaborar en la formación de los futuros ciudadanos/as, etc. entonces hablamos del buen o la buena docente.

¿Cómo podemos separar entonces el grano de la paja? ¿De qué forma se podría disponer de los profesionales de la educación con mayor convicción de querer serlo?

Quizá de la misma forma que se eligen a otros profesionales, es decir, con los criterios y procesos de selección adecuados no sólo para acceder al trabajo como docente sino al acceso mismo a los estudios universitarios.

A pesar de que nosotros y nosotras no podemos eludir nuestra propia parte de responsabilidad, cierto es que, en nuestro país, los dirigentes políticos no han ayudado de manera efectiva a que esto ocurra. La coordinación existente entre estado e instituciones educativas materializadas en leyes consensuadas entre los distintos estamentos ha sido más bien escasa por no decir nula.

Aunque gran parte de las competencias en materia educativa estén en manos de las comunidades autónomas, las que rigen son las leyes nacionales y estas han ido cambiando sucesivamente a lo largo del tiempo. Desde que en 1970 se implantó la LGE (Ley General de Educación), se han producido ocho reformas legislativas hasta la fecha, es decir, una reforma educativa cada 7 años aproximadamente y que suelen coincidir con los cambios de gobierno en España.

Bien es cierto que los criterios de selección recaen en cada una de las comunidades autónomas, pero en términos generales suelen ser las mismas pruebas y temarios muy similares.

¿Sería adecuado cambiar o endurecer este proceso de selección? Es posible, pero no difiere mucho del que se realiza en otros países con mejores resultados de éxito escolar.

¿No sería más conveniente realizar ese proceso de selección antes de acceder a los estudios universitarios que te capacitan a enseñar en cualquiera de sus niveles? ¿No tendría más sentido que sólo aquellas personas convencidas de que esta es la labor que quieren realizar accedan a esta formación?

¿Cómo hacerlo? Endureciendo pruebas, criterios y notas de corte, al igual que se hace en otras profesiones como fisioterapia, bombero/a, enfermería o control aéreo, por poner varios ejemplos. No se trata de ponerle trabas al que tiene vocación por una determinada actividad sino de seleccionar a aquellas personas y sólo a aquellas personas que verdaderamente la tienen.

Sin embargo, no sólo la clase política es parte responsable. Las expectativas que las familias tienen de lo que la educación de sus hijos e hijas influye en su vida futura repercute también en la visión que esas familias tienen de lo que diferencia un mal docente de uno que no lo es. Por lo que a veces está distorsionada. No puede ser casual que los padres y madres que mayor importancia y relevancia dan a lo que supone la educación y la formación sean aquellos que mejor apoyen, valoren y tengan una imagen real de lo que significa ser un o una docente con vocación de servicio.

La diferencia es tan grande que es la que hace que unos profesionales repercutan tanto en la vida futura del alumnado y otros u otras pasen de largo sin más. No puede ser casual tampoco la frase que alguna vez hemos oído: esa profe me cambió la vida. Y es en este punto donde los profesionales que nos dedicamos a esto deberíamos hacer en ciertos momentos un ejercicio de autocrítica hacia nosotros/as mismos/as.

Bien es cierto que, para realizar una buena labor, los recursos y la inversión económica son importantes. Pero no es lo que determina que haya o no vocación de servicio, ni establece mayores tasas de éxito escolar ni, por ende, que haya mayores niveles de satisfacción entre los diferentes colectivos de la educación y las familias.

Pongamos como ejemplo la relación entre el gasto y el fracaso escolar en la Eurozona hasta el año 2012, incluyendo los peores años de la crisis económica:

Gráfica 1. Relación entre el gasto y el fracaso escolar en la Eurozona.

Fuente: Elaboración propia a partir de los datos recogidos en Eurostat

Examinando de manera conjunta el gasto de cada uno de los miembros junto a sus niveles de fracaso observamos del mismo modo cómo hay países como Malta, Chipre o Bélgica que, con una elevada inversión, no obtienen resultados positivos. Sin embargo, otros como Polonia, Alemania o Hungría, con un gasto similar al de España, poseen unos índices bastante menos elevados de fracaso escolar.

Siguiendo con nuestra autocrítica, ¿podríamos decir que mayores y mejores recursos nos hacen ser mejores docentes? Lamentablemente eso sería tanto como asegurar que no pueden existir buenos profesionales en países en vías de desarrollo donde el único material en muchos casos es un aula repleta de alumnado, mesas, sillas, pizarra y tiza.

Por supuesto que la educación avanza y con ella los materiales y los recursos con los que trabajar. Sin embargo, de poco sirve tener una sala repleta de los mejores recursos informáticos si el docente que va a utilizarlos no es consciente de la repercusión que tendrá su enseñanza con esos mismos recursos.

Y es que, en ocasiones, no somos conscientes de la trascendencia a todos los niveles de la labor que realizamos. De la trascendencia no sólo a nivel individual sino colectiva. Porque no hay arma más poderosa que la educación para influir en el tipo de sociedad que construye un país y somos los y las docentes las personas encargadas de utilizar esa arma de un modo o de otro.

¿Cómo es posible que una profesión cuya labor debería ser alabada y ensalzada públicamente haya llegado a ser tan poco valorada por una parte del alumnado, de los padres, madres, dirigentes y lo que es aún más grave, de los propios docentes? ¿Qué hace un buen docente para serlo?

Un buen docente es y debe ser empático con la preocupación de las familias, porque sus hijos e hijas están en nuestras manos.

Es y debe ser firme en su relación con las mismas familias, para encauzar sus inquietudes y para asegurarles que cada una de las decisiones que se toman, se hacen en base a criterios profesionales.

Es colaborador y trabaja en equipo con sus colegas de profesión y equipo directivo.

Se debe preguntar siempre si podría estar haciéndolo aún mejor, ser crítico consigo mismo y ser crítico también con la labor del equipo del que él o ella forma parte, siempre con el afán y el objetivo de mejorar.

Puede y debe exigir el reconocimiento que le corresponde y merece.

Forma ciudadanos y ciudadanas del futuro y es motor de cambio. Porque si el arma más poderosa para terminar con las desigualdades es la educación, nosotros y nosotras somos artífices de ello.

Los buenos y las buenas docentes deben estar convencidos de que quieren serlo.

El buen maestro se sienta en tu silla 

 

NOTAS

1 Fuente: Real Academia Española (2020). [on line]. Disponible: https://dle.rae.es/vocaci%C3%B3n?m=form. Consultado el 21 de septiembre de 2020.

2 Fuente: Definición ABC. Tu diccionario hecho fácil (2020). [online]. Disponible: https://www.definicionabc.com/social/vocacion-de-servicio.php. Consultado el 21 de septiembre de 2020.

3 Sucesión de las leyes educativas en España:

1970.-LGE-Ley General de Educación.

1980.-LOECE-Ley Orgánica del Estatuto de Centros Escolares.

1985.-LODE-Ley Orgánica del Derecho a la Educación.

1990.-LOGSE-Ley de Ordenación General del Sistema Educativo.

1995.-LOPEG-Ley Orgánica de Participación, Evaluación y Gobierno de los centros docentes.

2004.-LOCE-Ley Orgánica de la Calidad de la Educación. -no llegó a entrar en vigor.

2006.-LOE-Ley Orgánica de la Educación.

2013.-LOMCE-Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa.