Revista sobre educación y liderazgo educativo DYLE Nº9

DYLE Nº9

Foro abierto

Educar y formar ciudadanos

Enrique Roca

¿Por qué persiste en nuestro país la repetición como recurso pedagógico y el título de la ESO con un carácter selectivo del alumnado, prácticas que nos diferencian del resto de países de nuestro entorno? Ruego me disculpe el lector una breve introducción histórica.

En la Europa medieval pudieron disfrutar la “educación” unos pocos ciudadanos desde la fundación de las universidades en la Baja Edad Media. Nobleza y Clero decidían (seleccionaban) qué individuos podrían acceder a los distintos estudios superiores; este planteamiento dio lugar al nacimiento de los “bachilleres”, con distintas denominaciones según los países; el resto aprendía a trabajar el campo con sus padres o los oficios organizados en los núcleos urbanos con los maestros de los gremios. Esta selección de jóvenes se mantuvo hasta el nacimiento de los estados liberales y ha perdurado en la mayoría de los casos hasta los momentos de la generalización de la enseñanza básica y obligatoria para todos los niños y niñas, primero hasta los 14 años y luego hasta los 16, a finales del siglo pasado.

En España hemos mantenido la selección del alumnado para el acceso y el progreso en la educación secundaria (examen de “ingreso” a los bachilleratos, reválidas de los bachilleratos elemental y superior, títulos de la EGB y de la ESO) y se ha extendido a la educación primaria, desgraciadamente. A mediados del siglo XX, menos de un 10% de la población española alcanzaba el grado de bachiller.

La selección está justificada en circunstancias precisas: acceso a estudios restringidos, oposiciones, acceso a puestos de trabajo, premios o distinciones… Pero no puede aceptarse en la educación básica, obligatoria, que es un derecho universal de todo el alumnado y una obligación legal para el Estado, para todas las administraciones educativas, quienes debe garantizar que lo disfrutan todos los niños, niñas y jóvenes. No obstante, seguimos seleccionando al alumnado, desde primaria, en lugar de garantizar el éxito de todos hasta los 16-18 años.

El éxito en estas etapas educativas forma parte de los principales objetivos de la educación de todos los países. Así lo señalan nuestra legislación educativa, también la nueva Ley, así como, las metas educativas de la Agenda 2030 de UNESCO o los nuevos planteamientos del Espacio Europeo de Educación para 2025. Se considera que, en la sociedad del conocimiento, la educación es condición esencial para procurar la riqueza del país y de sus ciudadanos, así como para lograr la cohesión social, y constituye el medio más adecuado para desarrollar al máximo las capacidades de los jóvenes

Desgraciadamente, la costumbre de la selección, sumada al hecho de que se deben enseñar y evaluar contenidos de las materias (en la mayoría de los casos enciclopédicos), en lugar de poner el énfasis en las competencias básicas y los aprendizajes imprescindibles o profundos ha dado lugar a lo largo de los últimos años primero, a la repetición de curso y, segundo, al mantenimiento del título de la ESO.

La repetición de curso

La mayoría de los países analizados por el CEE1 concibe una educación primaria y secundaria inferior basada en aprendizajes y competencias básicas para el conjunto de los jóvenes y tienen planteamientos similares en cuanto a promoción y paso de curso en ambas etapas. El alumnado se asocia a cada curso según su edad y el paso de un curso a otro es prácticamente automático, dando lugar a un progreso ininterrumpido durante el que se abordan las dificultades de aprendizaje con medidas y adaptaciones durante cada uno de los cursos y con orientaciones para continuar en el siguiente. La repetición de curso en 7 de los 10 países analizados no llega al 4% al final de primaria, mientras que, en España, no baja del 12-14% desde el año 2000.

España presenta también una situación y una realidad distinta en los procesos de paso de curso en la educación secundaria, que ha sido concebida hasta muy recientemente como un proceso en el que la selección de los contenidos sigue encaminada hacia los estudios superiores, secundarios o universitarios y, en consecuencia, los aprendizajes y el rendimiento de los alumnos se enfoca hacia el éxito en las siguientes etapas educativas. El resultado es un paso de curso que exige que los alumnos superen los aprendizajes planteados en las diferentes materias y, cuando no las aprueban, no hay otro recurso que la repetición.

En la última década del siglo pasado, cerca de 40% del alumnado había repetido al menos una vez antes de los 16 años. Al final de la ESO, la repetición sigue hoy próxima al 30%. Es decir, casi un tercio del alumnado no puede finalizar la educación obligatoria a la edad prevista. Es evidentemente un notable fracaso. Repetir otro año lo mismo conduce, como lo constata PISA, al “fracaso” del alumnado, pero es sobre todo un fracaso de los planteamientos y el desarrollo de la práctica educativa de las etapas obligatorias de la educación española. Desde luego, no se trata de regalar aprobados, sino de ofrecer a todo el alumnado los medios necesarios para conseguir los aprendizajes imprescindibles (profundos) y adquirir el nivel de dominio adecuado de las competencias establecidas. No se trata de renunciar al esfuerzo, sino de hacer eficiente el aprendizaje.

La alternativa a la repetición requiere actuaciones decididas en diferentes aspectos de la enseñanza y el aprendizaje. Entre las principales destaco: a) la mejora de la docencia, sobre todo el trabajo en equipo del profesorado, de modo que sea posible abordar y acomodar, colegiadamente, las competencias al trabajo cotidiano en el aula, atender los distintos ritmos y necesidades de aprendizaje y valorar, en su caso también reforzar, el progreso de todo el alumnado y adoptar colegiadamente la promoción de curso; b) la autonomía de los centros educativos y su organización, facilitar que espacios y aulas estén al servicio de los aprendizajes y del trabajo en equipo y la co-docencia; y c) que el nuevo currículo se base realmente en competencias y aprendizajes imprescindibles y que pueda ser adoptado por el profesorado para el trabajo cotidiano; cada retraso en el aprendizaje debe poder ser detectado inmediatamente, y corregido con los medios necesarios, es decir con más y mejor inversión en educación.

El título de la ESO

La LOGSE estableció la educación universal, obligatoria para todos hasta los 16 años y trasladó a esa edad el nuevo título de la ESO. Pero sólo se ofreció continuidad en la formación, poder acceder a cualquier estudio posterior, académico (bachilleres) o profesional (ciclos formativos) si se superaba ese titulo. En la práctica, se ha dejado entre un tercio y una cuarta parte del alumnado fuera de todo reconocimiento y acreditación, al margen de las oportunidades sociales o laborales.

Mantuvimos este planteamiento cuando a principios de siglo se establecieron los objetivos educativos europeos, que suscribimos; y nos hemos estrellado con las cifras elevadas de abandono temprano de la educación y la formación. No se puede pretender que más del 90% de los ciudadanos sigan formándose hasta alcanzar un nivel CINE 3 a los 18 años y, al tiempo, impedir esa posibilidad a una cuarta parte del alumnado español. El objetivo de educación secundara superior para todos es hoy una realidad aceptada en muchos países a la que no podemos renunciar. El título de la ESO ha significado una barrera infranqueable, que prácticamente ha desaparecido, como tal barrera, en la mayoría de países occidentales

Efectivamente, La existencia del título (selectivo) de la ESO no resiste la comparación con ninguno de los países del estudio citado; en dichos países no se propone una barrera equivalente a los 15 o 16 años. Al contrario, establecen procesos de orientación hacia diferentes vías formativas, académicas, profesionales o de aprendizaje, de modo que todo su alumnado tiene futuro formativo en la educación secundaria superior, lo cual da lugar, también, a cifras de abandono temprano de la educación y la formación realmente contenidas y en el objetivo europeo.

Conclusión

Con el fin de contribuir con total convencimiento y sinceridad al desarrollo de los objetivos de la nueva Ley, entiendo que es absolutamente imprescindible transformar el actual título, su carácter de “selección”, de “barrera”, en la suma de certificación y orientación que apunta la propia Ley. Es decir, en un acto administrativo de oportunidad formativa posterior, debidamente orientada, según el grado de éxito alcanzado en el dominio de las competencias y aprendizajes básicos. Es irrenunciable para la educación española lograr que todo el alumnado, sin exclusión, tenga posibilidad de continuar su formación hasta alcanzar a los 18 años una certificación académica (título de bachillerato), profesional (título de técnico) o de aprendizaje profesional (cualificación de grado 1), como señala el objetivo europeo.

Educar y ofrecer oportunidades, formar ciudadanos, orientar y poner recursos para que todos puedan disfrutar de esa formación, no solo obligatoria, sino secundaria superior, en distintas vías, académicas o profesionales es, debe ser hoy en España, como lo es en los países de nuestro entorno, un objetivo educativo prioritario e irrenunciable. Todos deben poder llegar al ejercicio como ciudadanos de los derechos, libertades y responsabilidades expresados en nuestra Constitución

NOTAS

1 Consejo Escolar del Estado (2020). El éxito en la educación primaria y secundaria.