Revista sobre educación y liderazgo educativo DYLE Nº 22

DYLE Nº 22

Editorial

Editorial

Azucena Gozalo Ausín

Presidenta de la Federación Estatal del Fórum Europeo de Administradores de la Educación

Llegamos a fin de cuso, una vez más. Los que ya hemos vivido muchos podemos tener una inefable sensación de déjà vu: las prisas de última hora de algunos docentes para “dar” ese temario infinito que nunca, realmente, se abarca; los sofocos de alumnas y alumnos afanosos que hacen un esfuerzo final de una manera mecánica, condicionada por generaciones y generaciones de empujones de última hora, en busca de esa mejoría en la calificación que, de repente, se convierte en objetivo obsesivo; la ansiedad de tantas familias ante el aparente determinismo de la evaluación “final”.

Sin embargo, cada vez menos un curso se parece al anterior. Nuestro alumnado es más diverso, estamos inmersos en profundos cambios legislativos, hemos afrontado, incluso, una pandemia que ha puesto patas arriba modelos antaño inquebrantables de enseñanza y aprendizaje y nos ha llevado a soluciones inéditas para retos impensables…
Durante todo este proceso de cambios continuos, hemos ido saliendo adelante dando respuestas puntuales a problemas inmediatos. Casi sin tiempo de ver el bosque, vagando entre la maraña de árboles y arbustos. Y hemos asistido, a regañadientes, retrasando inconscientemente el momento de la ineludible confrontación con la realidad, a la explosión de la inteligencia artificial en nuestras vidas y en nuestras aulas.

Insisto: a regañadientes. Han sido muy pocos los docentes que se han lanzado entusiastas a abrazar los desafíos que presenta este nuevo universo para nuestro trabajo. La sensación general es que ha sido mayor la desconfianza, el miedo, la descalificación. Y también la prudencia, claro: “esperar a ver”.

Pero es que la vida es impaciente e imprudente. Los más entusiastas se lanzan a probar, a ensayar, a equivocarse y acertar para poder seguir avanzando. Ahí es donde están nuestros alumnos y alumnas: ellos prueban primero y preguntan después.
El INCIBE (Instituto Nacional de Ciberseguridad), en una entrada de su blog de marzo de este año, recoge la siguiente afirmación:
La inteligencia artificial (IA) está transformando la enseñanza convirtiéndose en una herramienta de apoyo entre el alumnado y con múltiples posibilidades para los educadores. Según el estudio “El impacto de la IA en la educación en España”, elaborado por Empantallados.com y GAD3, el 82% de los alumnos ha utilizado ya alguna herramienta de IA, seguido del 73% de los profesores y del 69% de los padres y de las madres.

El estudio se ha realizado con alumnado de 14 a 17 años, sus familias y docentes de secundaria. De estos últimos, más de un cuarto no se ha acercado aún a la IA; entre el alumnado, el porcentaje que lo ha hecho es abrumador.
Quiero poner el acento en que el propio INCIBE habla de la IA como “herramienta de apoyo” para el alumnado y “con múltiples posibilidades para los educadores”, reflejando una realidad que debiera alertarnos: para nuestros jóvenes, la inteligencia artificial es YA una herramienta, los docentes no podemos seguir viendo el tren pasar, resistiéndonos a abordarlo, conocerlo y, en la medida de lo posible, sacarle provecho. Difícilmente podremos acompañar a nuestro alumnado en su aprendizaje si insistimos en ir en el remolque.