Revista sobre educación y liderazgo educativo DYLE Nº 19

DYLE Nº 19

Foro abierto

¿Disrupción tecnológica en educación?

Daniel Rodríguez Arenas

Profesor de Enseñanza Secundaria, especialidad ‘orientación educativa’. Presidente del FEAE CLM

Bajo el paraguas de una expresión aparentemente innovadora, “disrupción tecnológica”, las grandes empresas de las plataformas tecnológicas han irrumpido desde hace décadas en todos los ámbitos y niveles de la educación, tanto en las actividades formativas de la educación formal como en las actividades formativa no formales, abarcando desde la educación infantil hasta la enseñanza universitaria. Y lo han hecho casi sin permiso y sin previo aviso. Dando por supuesto que sus beneficios permiten casi automáticamente “aceptar los términos de uso” a todos aquellos que se acercan a ellas.

Ciertamente, sería difícil imaginar la docencia y la enseñanza del primer cuarto del Siglo XXI sin estas poderosas herramientas y plataformas tecnológicas, que pueblan e invaden todos los espacios de lo educativo. Sin embargo, siendo muchas las oportunidades que ofrecen son más los desafíos y retos que plantean al profesorado, al propio alumnado y a las familias, por no hablar del gasto que provoca en las administraciones educativas para su adquisición y mantenimiento. Retos y desafíos no resueltos o débilmente abordados o, incluso, borrados por el marketing tecnológico.

Por su parte, la pandemia del Covid-19 ha provocado a nivel mundial que la escuela en su conjunto abrace estas herramientas como “tabla de salvación” de un proceso educativo que se vio interrumpido bruscamente, y sin previo aviso, bajo la promesa de que la escuela no vería interrumpido su funcionamiento gracias a estos dispositivos y plataformas. Hoy sabemos que incluso en los países más desarrollados, la pandemia ha provocado retrasos globales en el aprendizaje de los estudiantes, a pesar del uso intensivo de estas herramientas y plataformas.

Por citar algunos de los desafíos a los que ya nos enfrentamos, podríamos enumerar los relacionados con la invasión de la privacidad, la vulneración sistemática de los derechos individuales y de protección de la propiedad intelectual que implica la “aceptación de los términos de uso”, hasta los retos todavía no descritos (ni explorados) de la incorporación las aplicaciones informáticas basadas en la mal llamada “Inteligencia Artificial”, por no hablar de la proliferación de las “fake news”.

La irrupción (disrupción) de herramientas tecnológicas ha provocado en las aulas cambios no solo de tipo organizativo y curricular, sino también en ámbitos relacionados con la convivencia y las habilidades personales y emocionales. Cambios que en su gran mayoría deben de ser evaluados, por cuanto algunos de ellos pueden ser cambios no deseados o directamente perjudiciales para el alumnado y su adecuado desarrollo. Por no hablar de la bien estudiada “brecha digital” que excluye sistemáticamente y sin apenas solución de continuidad a grandes capas de la población, incluso de las actividades más cotidianas de la vida individual y social.

Estas poderosas plataformas y sus múltiples herramientas, con su poderoso atractivo tecnológico, su diseño, su funcionalidad, versatilidad y usabilidad, parecen tener “patente de corso” para ser incorporadas a las prácticas educativas como elemento cuasi imprescindible, sin haber podido calibrar y valorar suficientemente su verdadera incidencia sobre los aspectos esenciales del aprendizaje y sobre el verdadero impacto sobre el desarrollo de las competencias que los ciudadanos necesitan y van a necesitar a lo largo de su vida.

En este contexto de alarma ante la sistemática “disrupción tecnológica”, organismos internacionales como la UNESCO1 ponen el acento en que “la educación debe seguir siendo un acto profundamente humano arraigado en la interacción social”. Y recuerdan que durante la pandemia del Covid-19, cuando la tecnología digital se convirtió en el principal medio de educación, “los educandos sufrieron tanto académicamente como socialmente”.

Advirtiéndonos severamente sobre los riesgos que de la automatización en educación puede provocar (“escuelas sin docentes”, “educación sin escuelas”, …), sobre la base de promesas (no cumplidas) de los “gurús tecnológicos” vienen pregonando con insistencia. Mensajes que se vienen propagando a los cuatro vientos desde sus poderosos terminales de comunicación (medios de comunicación de masas y publicaciones especializadas), como en el caso de la reciente irrupción de las aplicaciones de “IA generativa” en el presente año.

Por tanto, analicemos lo que implica ya realmente esta “disrupción tecnológica en la escuela”, el gasto que supone para los sistemas educativos y tomemos medidas para que “los cambios que ya están provocando se centren en los objetivos fundamentales del aprendizaje” y no en otros aspectos no esenciales del hecho educativo.