DYLE Nº7
¿Cuáles son las nuevas necesidades que se detectan en el alumnado como consecuencia de la reapertura de las escuelas después del cierre por el Covid-19?
Daniel Rodríguez Arenas
Orientador de educación de adultos. Profesor asociado de UCLM
Una de las cuestiones más relevantes que se plantea al inicio de este nuevo curso marcado por el cierre excepcional de las escuelas, como consecuencia de la declaración pandemia mundial provocada por el Covid-19, y por una apertura condicionada por la pandemia es averiguar ¿cómo se han incorporado los estudiantes a las escuelas? ¿qué experiencias, qué vivencias han tenido durante casi 6 meses de parón presencial de la vida escolar? ¿qué situaciones familiares (fallecimientos, paro, ERTEs, violencia, pobreza,…) han podido vivir en un momento tan crítico y pueden condicionar su progreso escolar? ¿Qué nuevas brechas se han podido producir más allá de la resaltada brecha digital? ¿cómo han vivido los estudiantes esta situación de crisis y qué consecuencias emocionales, psicológicas, de alimentación, de vivienda, …, salud…, qué hábitos se han roto, qué nuevos hábitos nocivos se han instaurado?, etc., Son muchas las preguntas que se deben hacer y que seguro se están planteando.
Los centros educativos, los profesionales, las administraciones han elaborado diferentes protocolos para garantizar, por un lado, la apertura ordenada y organizada del curso escolar y, por otro, las medidas de higiene y salud para todos.
Con todo ello y con la incertidumbre de una situación excepcional, a un mes y medio de la reapertura del nuevo curso 2020-2021, podemos afirmar casi sin equivocarnos que nuestras escuelas son lugares seguros para nuestros estudiantes y los profesionales que trabajan en ellas, que los equipos directivos, junto con los maestros y profesores y todo el personal del centro, han sabido organizar un curso escolar excepcional y que la temida apertura, en pocas semanas, se ha visto cubierta de normalidad institucional, con un funcionamiento razonablemente óptimo, a pesar de los brotes y situaciones críticas que a lo largo y ancho vamos conociendo.
Las escuelas y sus profesionales, con medios y recursos a veces escasos, a diferencia de otras instituciones sociales, están siendo capaces de dar respuesta más que adecuada a esta nueva realidad y han ganado en poco tiempo la confianza de las familias y de la sociedad en su conjunto.
Sin embargo, una vez adoptados los protocolos, las medidas higiénico-sanitarias, los saludos y reencuentros esperados del inicio de curso, surgen nuevas cuestiones que como en todo buen inicio de curso debería marcar la evaluación inicial de este curso excepcional. Evaluación inicial que debiera ir más allá de la valoración sobre el nivel inicial de los estudiantes respecto del currículo, más allá de constatar los retrasos provocados por el cierre de las escuelas y el paso con dificultades a una enseñanza a distancia en el domicilio. Evaluación inicial que apelara a una evaluación comunitaria, porque las necesidades que seguro se detecten irán más allá de las pareces de las clases y escuelas.
Evaluación inicial que debiera estar marcada por un intenso trabajo de acción tutorial y, con él, el de los servicios comunitarios de salud, social, vivienda, etc., para identificar, uno a uno, las necesidades reales de nuestros estudiantes. Evaluación inicial que debiera estar marcada también por las preguntas que nos hacíamos al inicio de esta reflexión, porque la respuesta a las mismas, debieran orientar el verdadero ajuste curricular (en todas sus fuentes: social, psicológica, pedagógica y epistemológica) de un curso que sabemos será diferente