Revista sobre educación y liderazgo educativo DYLE Nº 17

DYLE Nº 17

Foro abierto

Apuntes sobre un nuevo pacto social y educativo

Agustín Chozas Martín

Inspector de educación y profesor jubilado de la UCLM

Es posible que nunca como ahora los diversos contextos que mediatizan las acciones sociales de todo tipo han tenido la influencia decisiva que tienen, determinando lo que se puede y no se puede hacer en ese campo. El amplio espacio que va desde la Unión europea hasta la sociedad global pasando por los países del tercer y cuarto mundo, plantea nuevos retos que invitan con frecuencia a pensar que se está más en el territorio de las utopías que en el de las posibilidades reales.

Buena muestra de lo apuntado es la demanda persistente de un nuevo pacto social, también el específicamente educativo, sus posibilidades, su necesidad y su exigencia desde el punto de vista de la responsabilidad social.

Elementos básicos que considerar, previos a la propuesta de un nuevo contrato social:

La pregunta sobre los contenidos de ese hipotético pacto socioeducativo tiene una larga respuesta. Algunas referencias :El cambio climático y la defensa de la naturaleza, el reto de la economía circular (materiales, consumo responsable, residuos, empleo, comunicaciones, urbanismo, alimentos, ocio…), la digitalización y las nuevas tecnologías, la política de derechos humanos en una sociedad global,la enseñanza, el empleo y la formación profesional,la educación a lo largo de la vida,la enseñanza universitaria, los modelos productivos y el capitalismo salvaje (Amazon, Facebook, Google,FMI, BCE),la fiscalidad y los impuestos,la ética y la inteligencia artificial,la sanidad y los servicios sociales,la pobreza, desigualdad e injusticia social,la marginación, exclusión, emigración,las generaciones,los mayores,las conductas sociales, las redes, la inadaptación o los graves problemas de la educación y enseñanza :Abandono, fracaso, acoso, organización…

Ciertamente, la lista de exigencias es tan larga como grave. Sin embargo, y de una vez, hablar de un pacto en una sociedad global no debiera permitir elusiones, por difíciles que sean los retos que abordar.

Elementos sustantivos de un nuevo contrato social para una sociedad solidaria en el siglo XXI

Las referencias citadas componen lo que han de ser contenidos sustantivos en una sociedad solidaria, contenidos como los índices de pobreza, la generalización de la salud pública, el impacto de las pandemias, la necesidad de las vacunas o todas las estrategias de prevención que se desarrollan en este espacio.

No es menos grave la provocación de una economía desbocada a favor de las oligarquías, la inestabilidad de los poderes democráticos reales y su, las nuevas caras del neofascismo, la situación estructural de los débiles, la mitificación de las nuevas tecnologías, el papel de las denominadas redes sociales/antisociales, la sabiduría bastarda de internet, o las mentiras y atribuciones de la inteligencia artificial como elemento de dominio

Todavía cabe añadir el problema de las migraciones, la vivienda, la alimentación, la situación de la infancia o el papel de empresas de difusión de noticias para el comercio obsesivo o el debilitamiento de profesiones de presencia social como los sanitarios, los docentes o los periodistas.

¿Existen algunas posibilidades de un nuevo pacto social y educativo?

El análisis sobre un nuevo contrato social debe abordar previamente el estudio de sus posibilidades en el espacio de una estructura determinante como el neocapitalismo.

Un capitalismo de vigilancia y de poder formado por Google, Apple, Microsoft, Faceboob, Amazón, Twiter…capitalismo voraz y salvaje, dado que los dominantes no respetan las reglas del juego establecidas por ellos mismos. Capitalismo contradictorio: no hay capitalismo estructural realmente, sino una oligarquía dominante exclusivista y excluyente

En este contexto global, sólo queda sitio para un cierto “marionetismo” político del que la democracia, la partitocracia, la participación son meros compañeros de farándula.

Del mismo modo, la oligarquía dominante necesita de la pobreza, la desigualdad y la injusticia para sobrevivir: de no existir éstas… ¿qué lugar quedaría para aquélla?

El cinismo neocapitalista se consuma con las donaciones, fundaciones y otros inventos de huida fiscal para controlar todos los resortes, también los de la moral pública. Por si fuera poco, la oligarquía neocapitalista es insaciable y sabe que no puede estar sola. Necesita sicarios, organizaciones bien mandadas, como es el caso de las empresas audivisuales, noticias digitales, cine y televisión y el brazo armado de periodistas, grandes cómplices de las tropelías de sus mandantes

El espectro de posibilidades de un pacto global se empequeñece con otros elementos que también tienen su peso como la falsa neutralidad de las ciencias y el saber académico y universitario.También porque se camina desde las antiguas morales excluyentes a la desmoralización y de ahí a la inmoralidad pública, sacralizada como máquina implacable de la negación de valores humanos, situación que no puede maquillarse con el velo de la amoralidad,cortina de humo, porque no hay acciones humanas neutras o no significativas.

La utopía de un nuevo contrato social

En una sociedad global desnortada entre la fragilidad del bien (Martha C.Nussbaum), y la banalidad del mal (Hanna Arendt) los grandes hacedores son quienes señalan los límites, no los del bien o del mal, sino de sus propios intereses.

Por eso mismo, el concepto de amoralidad es racionalmente insostenible: se es moral o inmoral, pero no amoral. Todos los fines de la acción humana buscan algo, no son ciegos

No se puede disimular que un nuevo contrato social contiene profundas exigencias de moral cívica como condiciones previas a cualquier argumentación favorable.

¿Qué sucede entonces si la oligarquía poderosa señala también los límites morales? A partir de esta hipótesis, el gobierno del mundo resultaria al fin y a la postre una negación de las libertades mínimas humanas.

Llegados a este punto, lo fácil sería adelantar que un nuevo contrato social ES INVIABLE, y metodológicamente sería un disparate, si antes no se han agotado los análisis de las posibilidades estructurales del primero.

Por si fuera poco, el poder dominante no aceptaría un nuevo contrato social, salvo que viera rentabilidad en la propuesta y una nueva coartada para revestir de moralina las nuevas formas de esclavitud impuestas.

Un nuevo contrato social como forma moral y cívica de luchar contras los oligarcas

Para hablar de un nuevo contrato social es preciso hablar primero de una democracia social, lo que significa más sociedad, más comunicación, más responsabilidad social y colectiva, más bien común

Es igualmente imprescindible limitar con legitimidad democrática el poder omnímodo de las oligarquías. Las razones son obvias: son radicalmente corruptas, dueñas del actual esclavismo, máximas responsables de la pobreza, desigualdad e injusticia y radicalmente inhumanas.

El cáncer de las oligarquías, versión neocapitalista de la inhumanidad, tiene sus nombres que no importan tanto (mañana, serán otros). Lo que importa es el sentido de su acción despótica e implacable, contra toda fórmula de democracia en línea con los neofascismos. Con los oligarcas dominantes se hace imposible una vida digna en una democracia, tanto más cuanto más desvalido se es o se está. Es dudoso que el pensamiento crítico esté dispuesto a desenmascarar esta forma actualizada del secular dominio de las minorias sobre la gente común. Ni siquiera hablamos de capitalismo y sí, más bien, de despotismo y explotación

Pese a todo lo escrito, téngase en cuenta que no hay un capitalismo evidente: Si se supiera quién realmente tiene el control de la deuda de los Estados y de las grandes fortunas podríamos empezar a formular hipótesis sobre quiénes mueven los hilos del poder, de la dominación y de la nueva esclavitud. Es hora de examinar con lupa y denunciar, por poner un ejemplo significativo qué oscuros intereses, de todo orden, se esconden detrás de la inteligencia artificial.

Necesitamos no sólo una ética universal, que preconizan algunos de los grandes maestros de hoy, sino también una ética de la tierra. Ambas han de moverse en el territorio del consenso, también en el de un ambicioso contrato social y más allá de banderías oportunistas,

El neoliberalismo (defensor de la libertad para amurallar su libertad, con el “prohibido pasar” a quienes no sean cómplices de sus intereses y doctrinas) no parece estar dispuesto a un amplio contrato social, salvo que aparecieran síntomas de que pudiera ser conciliable con una democracia social, como punto de partida.

Con todo, y a pesar de todo, tampoco se puede renunciar a la esperanza, empezando por una crítica rotunda y argumentada de la situación actual como el punto de partida posible para una nueva frontera: el bien común como el más común de todos los bienes.

Lecturas complementarias:

La era del capitalismo de vigilancia, Shoshana Zuboff, Paidós, 2020.

Lo que nos debemos unos a otros. Un nuevo contrato social.

Minouche Shafik, Paidós, 2022.

Declaración de Viena de 1993 (Derechos sociales).

Carta social europea, 2021.

Declaración de Deusto sobre Derechos humanos en entornos digitales, 2020.

Carta de derechos digitales de la infancia y adolescencia, Fundación Anar.

Necesidades sociales de España y Europa, Fundación La Caixa, 2020.

Pacto intergeneracional para el futuro, Asociación para el Talento, 2022.

Documentos Unesco, 2022 (Nuevo contrato social para la educación) .

Equidad educativa, Fundación Ramón Areces, 2018.

Agustín Chozas Martín, FEAE de Castilla-La Mancha.