DYLE Nº4
Neurociencia y educación
Como seres humanos, nos hemos quedado muy solos en el planeta, un verdadero universo nos separa de cualquier otra especie animal. Ningún cerebro es como el nuestro, ningún animal escribe, pinta, usa el ordenador, o envía sondas a otros planetas…
Las investigaciones de Arsuaga (2000) nos muestran que hay una absoluta originalidad en nuestra especie. Un cambio genético pequeño, pero muy significativo, nos ha convertido en una especie radicalmente diferente a las demás, con unas características neurocognitivas singulares. Es evidente que una diferencia sustancial entre el resto de animales y el ser humano es la postura erguida, pero es sólo un rasgo morfológico. Todas las diferencias sustanciales tienen un epicentro común, un único órgano de nuestro cuerpo: el cerebro.
Pero, ¿qué es lo que nos ha hecho llegar a ser lo que somos y dominar lo que nos rodea? ¿la capacidad de aprender? Aprendemos, ciertamente, pero también hay otras especies que aprenden. La diferencia con otras especies no es que aprendamos sino la educación estructurada: somos capaces de controlar nuestro aprendizaje. La clave está en la educación y en su objetivo principal: ayudar a los humanos a saber quiénes son y qué deben hacer para crecer, realizarse, mejorar su vida y su entorno (Quattrocchi Montanaro, 1999).
¿Y cómo aprendemos? Esto es lo que nos ayuda a descubrir la neurociencia: el funcionamiento del cerebro humano, que deja de ser una caja negra de cuyo funcionamiento sólo conocíamos inputs y outputs.
La neurociencia nos aporta profesionalidad al validar lo que gigantes como Piaget e Inheler tuvieron casi que intuir por no poder acceder al conocimiento de los procesos cerebrales que explican el aprendizaje.
Los descubrimientos de la neurociencia implican que es imprescindible para todo docente conocer los mecanismos neuronales que explican el aprendizaje (profesionalidad); que esos mecanismos nos hablan de procesos madurativos que suponen la existencia de periodos de oportunidad de aprendizaje que no podemos dejar pasar; que toda intervención educativa debe ser global; que podemos y debemos intervenir de forma temprana (prevenir); que una clave del aprendizaje son las funciones ejecutivas, esenciales en nuestra definición como seres humanos y cuyo desarrollo y plenitud requieren de intervención educativa; que la emoción es una de las claves del aprendizaje, etc. (Miguel Pérez & Blanco López, 2019).
En definitiva, la neurociencia subraya la trascendencia de la profesión de enseñar y la necesidad de conocer los procesos cerebrales, fundamento del aprendizaje y, en consecuencia, de la docencia. No puede ser de otra forma, pues los docentes ejercemos aquella profesión que define a la especie humana
Lecturas recomendadas
Arsuaga, J. L. (2000). El collar del Neandertal: en busca de los primeros pensadores. Barcelona: Plaza & Janés Debolsillo.
Miguel Pérez, V., & Blanco Lopez, J. L. (2019). Neurociencia en las aulas, su aplicación en los procesos de aprendizaje. Retrieved from https://www.wolterskluwer.es/MK/PDF/Neurociencia-aulas-aplicacion-en-procesos-aprendizaje/files/assets/basic-html/page-1.html
Quattrocchi Montanaro, S. (1999). Un ser humano : la importancia de los primeros tres años de vida (2a ed.). Retrieved from https://www.worldcat.org/title/ser-humano-la-importancia-de-los-primeros-tres-anos-de-vida/oclc/970550757?referer=di&ht=edition