Revista sobre educación y liderazgo educativo DYLE Nº6

DYLE Nº6

Artículo

La madurez digital de los centros educativos

Jordi Serarols Boada

Inspector de educación en Cataluña, Doctor en Educación y TIC, Miembro del FEAEC

Introducción

Durante la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI, los estados de la Unión Europea, siguiendo las indicaciones y recomendaciones de sus organismos, han invertido muchos recursos económicos en dotar tecnológicamente los centros educativos. Sin embargo, muchos centros no sacan todo el provecho posible del potencial de las tecnologías digitales (Comisión Europea, 2008; OCDE, 2014) ni se benefician del efecto positivo que éstas puedan tener para los sistemas educativos (Balanskat, Blamire, & Kefala, 2006; Haydn & Barton, 2008; OCDE, 2006).

Para aprovechar estas oportunidades educativas, hay que establecer de forma clara un modelo educativo global a nivel formativo, organizativo y curricular (Area 2011) y que los centros hagan un uso estratégico y efectivo de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) con el fin de mejorar los resultados educativos de los alumnos y de avanzar hacia un nuevo modelo de centro educativo basado en el uso de las TIC para afrontar la educación del futuro (Bonk, 2009; Christensen, Horn, & Johnson, 2008; Wagner, 2009).

Para que el uso de las TIC sea estratégico y efectivo, es necesario que “la tecnología capacite, apodere y acelere las transacciones fundamentales de una profesión, entonces es cuando las distinciones entre ordenadores y práctica profesional se evaporan” (Weston & Bain, 2010, p.10); pero no siempre se ven estas transacciones tecnológicas en la educación actualmente.

A nivel de centros educativos, algunas escuelas están integrando con éxito las TIC de manera que su uso mejora el aprendizaje de los estudiantes. Este uso por parte de los centros se puede llamar “e-maduro” y permite justificar las inversiones de los estados en infraestructuras, formación del profesorado y recursos (European Schoolnet, 2006).

Hacia una nueva definición de madurez digital

El concepto de madurez digital apareció relacionado con la Agencia Británica de Comunicaciones para la Educación y Tecnología, conocida como BECTA. Esta agencia fue creada en 1998 como una institución pública no departamental financiada por el Departamento de Educación inglés. Su objetivo era la promoción e integración de las TIC en educación. Entre 2005 y 2008, BECTA tuvo como objetivo estratégico influenciar en el establecimiento de políticas educativas nacionales para sacar provecho de la tecnología y desarrollar una estrategia nacional digital de infraestructuras y recursos que aportara coherencia nacional (BECTA, 2006a).

BECTA comenzó a utilizar el término “e-maturity” a partir de 2005 en las publicaciones en las que analizaba las políticas educativas inglesas de implementación de las TIC. En las numerosas publicaciones de BECTA, esta institución utiliza el término “e-maturity” como la capacidad y competencia de una institución educativa para hacer un uso estratégico y efectivo de las TIC para mejorar los resultados educativos (BECTA, 2008).

Desde entonces, se han sucedido los estudios que han definido este concepto en el momento de analizar la implementación o el impacto de las TIC en educación. Todos ellos coinciden en asociar “e-maturity” con la integración exitosa de las TIC o tecnologías digitales en contextos escolares (Micheuz, 2009). Guinan (2011) añade el uso eficaz de la tecnología y Underwood et al. (2010) matizan “e-maturity” como la preparación de la organización para afrontar el e-learning y el grado en que éste se incorpora en el currículum (p.5).

En el mundo anglosajón el término que utilizan todos estos autores es “e-maturity”. En el momento en que este término se empieza a adaptar al contexto español, el término adopta diversas traducciones: “madurez tecnológica”, “madurez digital” o “e-madurez”.

Desde la Consejería de Educación de la Generalitat de Catalunya, Fornell y Vivancos (2009) definen la madurez tecnológica como el “grado de implantación de las tecnologías en una organización atendiendo a diferentes dimensiones. Se da cuando el centro educativo hace un uso estratégico y efectivo de la tecnología para mejorar los resultados educativos (p.28)”. Con el tiempo, estos autores han hecho evolucionar esta definición de centro educativo tecnológicamente maduro como “el uso estratégico y efectivo de las tecnologías digitales, para promover la mejora de los resultados educativos y el éxito escolar” (Vivancos, 2015).

Por otra parte, la Consejería de Educación del Gobierno Vasco (2011) define la madurez tecnológica como “el aprovechamiento pleno de los medios digitales por parte de los agentes que participan en la educación y capacitación de los ciudadanos en su objetivo de formar actuales y futuros ciudadanos “(p.7).

El concepto de madurez digital se asocia a la integración de las TIC, pero también vemos como algunas definiciones hacen referencia a diferentes grados o niveles de implementación de las TIC (Fornell & Vivancos, 2009; Golden et al., 2006; Jean; Underwood et al., 2010). Así, Osorio, Cifuentes, & Rey(2011) la definen como “el nivel de progreso de una institución en el proceso de apropiación y uso educativo de las tecnologías de la información y la comunicación”.

Prats & Ojando (2013)caracteritzada com a societat del coneixement, la institució escolar no pot romandre aliena als ritmes del canvi actual, per la qual cosa la innovació constitueix una de les seves principals i prioritàries tasques. Aquesta innovació està estretament lligada a la introducció de les Tecnologies de la Informació i la Comunicació (en endavant TIC se centran más en los aspectos pedagógicos y utilizan el término “madurez tecnopedagógica” para referirse a “la utilización de las TIC en los procesos pedagógicos y de participación en el centro de toda la comunidad educativa” (p .24).

En español proponemos utilizar el término “madurez digital”. Y teniendo en cuenta la revisión de diversas definiciones y el contexto educativo español, proponemos definir la madurez digital de la siguiente manera (Serarols, 2019):

“El uso estratégico y eficiente de las tecnologías digitales por parte de los centros educativos para promover el logro escolar y la excelencia educativa y dar respuesta a los retos y necesidades de la sociedad actual”.

La definición está construida a partir de cinco componentes:

Uso estratégico y eficiente. La palabra “uso” convive en las diversas definiciones con implementación, integración y aprovechamiento; pero es la más frecuente y genérica. Como adjetivo, se utiliza “estratégico, efectivo, exitoso, eficaz, lleno”. El adjetivo “eficiente” se puede considerar un hiperónimo de todos ellos y “estratégico” se centra en las acciones encaminadas a la obtención de unos objetivos.

Tecnologías digitales. Se prefiere este término a los otros utilizados como Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), medios digitales o Tecnologías para el Aprendizaje y el Conocimiento (TAC), ya que el término tecnologías digitales engloba todos los demás y destaca el componente digital.

El centro digitalmente maduro

Elementos clave de un centro digitalmente maduro

Figura 1: Elementos clave de un centro digitalmente maduro

Fuente: elaboración propia

Centros educativos. Esta definición se enmarca en el contexto escolar y es la terminología que utiliza la administración educativa para referirse a las instituciones que ofrecen enseñanzas regladas.
Logro escolar y excelencia educativa. Son los dos objetivos prioritarios del sistema educativo español, que debemos entender como la calidad de la educación que posibilita la consecución de las competencias clave en un contexto de equidad.
Retos y necesidades de la sociedad actual. Este último componente se refiere al contexto cultural y social en que se encuentra el sistema educativo y se relaciona con las políticas e innovación educativas.

Los sistemas educativos digitalmente maduros

La red de ministerios de educación europeos, European Schoolnet, define sistemas educativos digitalmente maduros (Durando, Blamire, Balanskat, & Joyce 2007). Para ello, es necesario que un sistema educativo sea digitalmente maduro a nivel institucional, a nivel de profesorado y nivel de alumnado, a partir de la consecución de determinadas condiciones. A nivel de centro, éstos deben tener una visión estratégica sobre el uso de las TIC, deben disponer de infraestructuras y recursos, deben tener un currículo coherente e innovador, deben planificar y disponer de mecanismos de mejora y han de hacer un uso administrativo de las TIC para la gestión y comunicación. A nivel de profesorado, éste debe desarrollar la competencia digital del alumnado, debe utilizar las TIC en el proceso de enseñanza y debe estar formado adecuadamente. Finalmente, a nivel de alumnado, éste debe desarrollar la competencia digital y debe utilizar las TIC en el proceso de aprendizaje.

El concepto de madurez digital se relaciona tanto con los sistemas educativos cuando el análisis es a nivel macro como con los centros educativos, cuando el análisis es a nivel meso. Así, cuando se analiza la madurez digital de un centro educativo, el estudiante digitalmente maduro se debe asociar a la adquisición de la competencia digital entendida como las capacidades necesarias para aprender en la Sociedad de la Información y de la Comunicación (Gisbert, Gonzalez, & Esteve, 2016).

Por otra parte, el docente digitalmente maduro se asocia con la competencia digital docente, concreción de la competencia digital ciudadana en el sector laboral educativo. El Marco Europeo para la Competencia Digital de los Ciudadanos (DigComp) concibe esta competencia digital ciudadana como el uso crítico y creativo de las TIC para lograr objetivos relacionados con el trabajo, la empleabilidad, el aprendizaje, el ocio, la inclusión o la participación en la sociedad (Ferrari, 2012). Así, la competencia digital docente hace referencia al conjunto de competencias digitales específicas que necesitan los educadores para su profesión para poder aprovechar el potencial de las tecnologías digitales para mejorar y educación innovadora (Redecker, 2017).

Finalmente, la escuela digitalmente madura toma elementos del Marco Europeo para Organizaciones Educativas Digitalmente Competentes (DigCompOrg) con una concepción amplia de la gobernanza de las TIC, que incluye elementos de visión, liderazgo, implementación e infraestructuras (Kampylis, Punie, & Devine, 2015).

Underwood & Dillon (2004)

Establece cinco dimensiones: tecnología, currículum, liderazgo y gestión, profesorado y madurez global. Se evalúa a partir de cinco niveles en forma de rúbrica con descriptores.

P2P. European Schoolnet (2006)

Compendio de estándares e indicadores de varias inspecciones de educación bajo tres dimensiones: condiciones, uso y resultados. Establece ocho áreas de calidad con sus respectivos indicadores. Se asignan cuatro niveles de logro

BECTA (2006b)

Sirve para otorgar un sello de calidad a partir de ocho elementos: liderazgo y gestión, currículum, proceso de enseñanza y aprendizaje, evaluación, formación del profesorado, oportunidades de aprendizaje, recursos y resultados

National Centre for Technology Education (2008)

Es una herramienta de diagnosis y planificación. Se basa en cinco dimensiones: liderazgo y visión, TIC en el currículum, formación permanente, cultura TIC de centro y recursos e infraestructuras. Cada dimensión se gradúa en cuatro niveles de madurez en formato de rúbrica a partir de los varios elementos que la componen.

Pla TAC(Vivancos, 2009)

Fornell & Vivancos (2009)

Es el modelo de la Consejería de Educación catalana. Parte de un cuadro de autodiagnosis en seis categorías: gestión y planificación, desarrollo curricular, desarrollo profesional, organización de centro, recursos e infraestructuras, e inclusión digital. Para cada categoría se describen criterios clave graduados en tres niveles.

Departamento de Educación del Gobierno Vasco (2011)

Identifica tres procesos clave (docentes; administrativos, y de información y comunicación), dos áreas transversales (infraestructuras y competencias del profesorado) y tres niveles de madurez. Desarrolla un rúbrica para cada proceso clave.

Prats & Ojando (2013)

Establece cuatro dimensiones: dotación tecnológica, usos didácticos de las TIC, planes de innovación y dificultades y facilitadores. Cada dimensión se compone de varios ámbitos.

Modelo ICTE-MM

Solar, Sabattin, & Parada, (2013)

Parte de varios estándares internacionales (ISTE, UNESCO y TSSA). Establece cinco dimensiones: organización, infraestructuras, administradores, profesorado y alumnado. Las dimensiones se dividen en 25 áreas y miden en cinco niveles en forma de rúbrica.

NAACE (2014)

Es una herramienta de diagnosis para promover la mejora de los centros a partir de la elaboración de un plan de acción. Establece seis elementos, subelementos y aspectos. Se describen cuatro niveles de logro. Los elementos son liderazgo y gestión, uso de las TIC, enseñanza y aprendizaje, evaluación de la competencia digital, formación del profesorado y recursos.

DigComOrg

Redecker (2017)

Es un modelo de autoevaluación de centro de la Unión Europea. Se divide en 7 elementos temáticos, 15 subelementos y 74 descriptores. Los elementos son liderazgo y gobernanza, prácticas educativas, desarrollo profesional, evaluación, currículum, colaboración e infraestructuras.

SELFIE

European Commission (2019)

Es un modelo de la Unión Europea para conocer el potencial digital de los centros educativos. Se basa en un cuestionario a alumnos, profesores y equipo directivo. Se genera un informe con las respuestas a partir del cual el centro establece prioridades y un plan de acción.

 

La evaluación de la madurez digital

Para alcanzar la madurez digital, los centros educativos pueden presentar diversos grados de implementación de las TIC en los diferentes actores y las diversas dimensiones que se prevén (de Pablos, Colás, & González, 2010; National Centre for Technology Education, 2009). Para evaluar estos grados de implementación, se han desarrollado varios marcos de evaluación de la madurez digital, algunos de los cuales describimos a continuación. La mayor parte de ellos coinciden en establecer varias dimensiones, elementos dentro de ellas, e indicadores y descriptores para señalar el grado de logro.

Este repaso a los diferentes modelos de evaluación de la madurez digital de un centro educativo nos permite constatar que existen varios elementos en común, pero también aspectos diferenciados, en cuanto a la terminología de clasificación utilizada (categorías, dimensiones, áreas, ámbitos, elementos) , la jerarquización de los elementos (uno, dos o tres niveles) y la forma de evaluarlos (entre tres y cinco grados de consecución). Es conveniente recoger diversos aspectos de estos modelos, actualizarlos y adaptarlos al contexto educativo español con la creación de un modelo propio. Esto permitiría disponer de un instrumento para evaluar el grado de madurez digital de los centros, a partir de un modelo que recoge aquellos elementos ya identificados en otros modelos, las estrategias evaluativas más recurrentes y adaptarlos a nuestro contexto educativo, lo que conlleva un valor añadido a los modelos ya existentes. En un próximo artículo se presentará dicho modelo, que se denomina MADIGESC, modelo de evaluación de la madurez digital escolar

Referencias bibliográficas

Las referencias bibliográficas que se citan en este artículo se pueden consultar a través de este enlace:
https://bit.ly/3i6H3bK