Revista sobre educación y liderazgo educativo DYLE Nº4

DYLE Nº4

Experiencias

Hacia la virtualización del aula

Cristo Sánchez Hernández

Profesor de Filosofía de Educación Secundaria

Rosendo Fumero Fumero

Profesor de Física y Química de Educación Secundaria

Comienza a ser un mantra escuchar que estamos en el milenio de la globalización, de la expansión mundial de Internet y que esto hace que dispongamos de unas posibilidades de comunicación y de información hasta ahora desconocidos.

Partimos del convencimiento de que las plataformas virtuales para dispositivos móviles facilitarán una transformación e innovación en el currículo ordinario que desarrollan los centros, favoreciendo el tránsito desde una tradicional manera de trabajar (1.0) hacia un nuevo modelo educativo (2.0). Son precisamente estas tecnologías las que nos pueden ayudar a hacer realidad el cambio de paradigma en la escuela. Y esto no sólo desde el punto de vista económico, que ya es importante, sino desde la perspectiva de poder elegir la que más se ajuste a las necesidades y demandas, es decir, que se adapte ecológicamente al alumnado, familias y profesorado.

Eso explica la preocupación de muchas instituciones y organizaciones por la brecha digital que se puede crear entre los diferentes tipos de conciertos educativos. De ahí que promuevan la ayuda, la animación y el reconocimiento al profesorado que quiere innovar con estos entornos de aprendizaje, pues acercan al alumnado un futuro más prometedor y en igualdad de condiciones.

La introducción de las plataformas virtuales en las aulas ha llegado a un ritmo trepidante, pero la utilización didáctica por parte del profesorado y del alumnado está requiriendo del desarrollo de una serie de actitudes, habilidades, destrezas y conocimientos que se encuentran recogidas en el Marco Común de Competencia Digital Docente, y para cuya adquisición se necesita un margen de tiempo prudencial. Por ello, es conveniente que cada centro defina las metas que se pueden alcanzar a corto plazo y que facilitarán el camino para estas segundas, de mayor calado, si el propósito es conseguir en nuestro alumnado las capacidades digitales necesarias para desenvolverse en la sociedad del conocimiento.

El impacto de la evolución de internet y de las plataformas en nuestro centro.

Nuestra trayectoria docente se ha ido trazando con este marco temporal y unos principios educativos, conforme se han producido todos estos cambios en las tecnologías de la información y el conocimiento, que muchos han llegado a la escuela en forma de LMS (Learning Management System), de modo que hemos tenido que adaptarlos a nuestro contexto escolar. Exponemos nuestra andadura en dos tiempos: por un lado, las tentativas de los comienzos y los escollos encontrados y, por otro, las pretensiones de futuro que se dejan aconsejar de la prudencia obtenida del pasado.

Comenzamos en el año 2011 en un instituto de secundaria de Canarias, y nos centramos en la manera de integrar entornos de aprendizaje escolar, LMS con otras herramientas o aplicaciones no pensadas para la escuela, aunque gozaban de mucha utilidad para nuestros propósitos. Por otro lado, la aparición de las tabletas digitales facilitaba, en cierto modo, acceder con eficacia a dichos entornos y generar conocimiento y aprendizajes en red, de un modo más atractivo para el alumnado.

Nuestro primer contacto con las “plataformas móviles” se limitaba a tener una caja con teléfonos móviles reciclados, donados por el claustro, que preparábamos para hacer uso en las aulas, creando una mini red con un router wifi, también reciclado. En ese momento no teníamos nube, ni entornos de aprendizaje, ni una conexión wi-fi abierta al alumnado, sólo una red local que nos permitía compartir ficheros a través del protocolo ftp.

El siguiente paso que dimos en la implementación de las plataformas consistió en realizar un pilotaje con un carrito de tabletas digitales OS ANDROID, a lo largo de un curso. Tuvimos la oportunidad de comprobar las carencias tanto técnicas de la infraestructura como formativas del profesorado. Por un lado, la cobertura wifi no era la idónea y, por el otro, el claustro necesitaba recibir una formación técnica y procedimental para poder hacer un uso apropiado de aquéllas.

Un aspecto básico y fundamental en la implementación del proyecto fue el Plan de Formación de Centro. Con ello, comenzamos con la generación de documentos digitales que intentaban romper con la hegemonía del libro de texto y la metodología tradicional unidireccional. Así, el profesorado fue desarrollando su Entorno Personal de Aprendizaje (PLE: Personal Learning Environment) y también sus Redes Personales de Aprendizaje (PLN: Personal Learning Networks), entendidos como “un conjunto de herramientas, servicios, conexiones y redes sociales que empleamos para adquirir de forma autónoma nuevas competencias”, tal como quedaba recogido en el Marco Competencia Digital Docente, que continúa pretendiendo que el docente sea capaz de buscar, filtrar, organizar, generar contenidos, compartir, comunicarse o conversar, entre otras habilidades.

Éramos conscientes de que necesitábamos de un entorno de aprendizaje colaborativo sencillo de programar y de fácil uso, pero por esa época teníamos solo conocimiento de Moodle. También se hacía necesario hacer uso de algún tipo de metodología más activa, que permitiera crear situaciones de aprendizaje con un enfoque curricular integrador y multidisciplinar.

Durante ese transcurso hemos ido pasando por diferentes etapas. En la inicial, la utilización de las plataformas eran un apoyo a la impartición de las clases presenciales, con material complementario en forma de lecturas, fichas de ejercicios, vídeos, podcast, etc. El paso siguiente dentro de esta etapa consistió en el uso de plataformas multimedia que nos permitía desarrollar contenidos en formato digital. Hablamos de pasar un documento .doc a extensión .pdf, más versátil para abrir y compartir por correo electrónico o con otras herramientas, hasta el caso de trabajar con plataformas como CanvaPiktochart, o incluso docentes que empezaban a crear un canal Youtube para generar vídeo-tutoriales.

Una de las ventajas de estas aplicaciones ha sido en el estudio de los idiomas para desarrollar las habilidades lingüísticas del alumnado, según su propio ritmo de aprendizaje. Cada estudiante podía escuchar individualmente las grabaciones en inglés tantas veces como necesitaba, con la ayuda de unos auriculares y dicha plataforma.

En la etapa intermedia, el profesorado diseñaba tareas o miniproyectos en su materia con el apoyo de una gran variedad de herramientas TIC y con el fin de generar artefactos o productos digitales, que posteriormente eran publicados y difundidos dentro de la comunidad educativa. El alumnado comenzaba a trabajar con las herramientas colaborativas que ofrece internet, en entornos controlados como G-Suite o Team de Microsoft. Por ejemplo, la creación de un diccionario común a través de Google Docs o Google Site, el diseño de un cuestionario con Google Form sobre los audios, mejorar la pronunciación a través de plataformas gratuitas como YouGlish, mejorar el writing por medio de Write and Improve, que nos permiten obtener la redacción en otra lengua. En este punto el profesorado introducía algún tipo de metodología activa como la gamificación generando actividades Quizizz, Kahoot o Mentimeter.

Estas herramientas nos han permitido una atención más inclusiva del alumnado extranjero que no habla nuestra lengua, por medio de aplicaciones como Google Translator. El centro recibe alumnado de todas partes del mundo y muchas veces hemos tenido que recurrir, a falta de intérpretes, a APP móviles que nos permitiera comunicarnos.

En los centros de atención preferente como el nuestro, con alumnado hipoacúsico u otra diversidad funcional sensorial, cognitiva o motórica, también hemos podido compensar o superar las limitaciones, favoreciendo la autonomía, con un modelo de comunicación multisensorial. Estos entornos de aprendizaje nos han permitido individualizar, motivar, desarrollar nuevas habilidades con este alumnado y también que el alumnado con dificultades de aprendizaje o adaptaciones curriculares reciba una atención personalizada, potenciando la colaboración y la comunicación alumnado-profesorado y alumnado-alumnado. Digamos que esta es la etapa que se está consolidando, caracterizada por estar sembrada de iniciativas docentes diversas.

La etapa final, en la que nos queremos encontrar, está en dar pequeños pasos en la posibilidad de colaborar de manera síncrona (y asíncrona) con el resto del equipo docente, rompiendo barreras espacio-temporales e implicando al alumnado de diferentes niveles (entiéndase de cursos, edades o según la diversidad en todas sus manifestaciones). Desarrollar proyectos de centro en los que las producciones finales serían fruto del trabajo interdisciplinar, con un enfoque del currículo integrado, así como de la evaluación de aprendizajes. Las diferentes materias se integrarían en proyectos comunes de centro mediante metodologías activas como el ABP (Aprendizaje Basado en Proyectos) o el ABS (Aprendizaje Basado en Servicios), a través de herramientas como CANVAS que introduce coherencia entre los elementos curriculares (competencias clave, estándares de aprendizaje y métodos de evaluación), los resultados (productos, tareas y medios de difusión) y por último, los medios utilizados (recursos, herramientas TIC, agrupamientos y organización).

Con la tecnologización o virtualización del aula creemos que adquirir aprendizajes que caen en la dimensión cognitiva y el trabajo cooperativo está más cerca, superando así dificultades como la atención diferenciada, la autonomía del alumnado y la motivación, dotar al alumnado de herramientas y aprendizajes propios de la sociedad del conocimiento, la sostenibilidad del centro, el intercambio entre el profesorado tanto para optimizar el esfuerzo como para una evaluación auténtica y formativa, etc.

A modo de conclusión.

En toda esta andadura de ensayo y error nos hemos dado cuenta de que tecnologizar o virtualizar el aula ha dependido, en gran parte, de la propia evolución de la tecnología (hardware y software), pero también de la formación del profesorado tanto en el uso de herramientas, cuanto en las metodologías que les deben dar sentido, y por último, de la accesibilidad desde el punto de vista económico y de usabilidad. Si para ello necesitamos un dispositivo con autonomía energética que permita la movilidad, con el modo de trabajo multiusuario, con el control y disponibilidad de acceso al entorno de trabajo colaborativo como G-Suite, así como las múltiples aplicaciones que ofrece, vislumbramos que los dispositivos Chromebooks o similares son la herramienta que cumple con estas características y que más fácilmente lo va a permitir.

Como siempre ocurre en todos los intentos de cambios en los sistemas escolares (queremos guardar la diferencia con la otra noción de sistema educativo), la virtualización o tecnologización del aula, que ya hemos visto es más que contar con un aula virtual, todavía distamos mucho de consolidarla como herramienta y contexto de aprendizaje en el que se sustente un proceso de enseñanza y de aprendizaje sincrónico. Nos referimos a la experiencia de “normalizar” un entorno de aprendizaje simultáneo en el propio aula física, a pesar de las mejoras que se hayan producido en la conectividad y accesibilidad a los dispositivos móviles. Sí podríamos afirmar que como complemento diacrónico a la presencialidad en el aula, contamos con notables avances, descritos anteriormente, en la medida en que participa de la vieja idea de un “cuaderno” con el que alumnado trabaja ahora con múltiples y atractivos recursos. Pero nosotros creemos que el verdadero reto que nos hace pensar en un cambio de paradigma está en transformar las aulas en comunidades de aprendizaje abiertas.

La experiencia y lo que se viene publicando nos inclina a pensar que con el debido uso de estos dispositivos en el aula, los niveles de interacción que conforman el clima de aprendizaje, esto es, el protagonismo del alumnado, sumado al nuevo rol docente como guía de procesos, mejoran considerablemente hacia la adquisición de competencias. A tenor de lo expuesto, se puede inferir que en toda esta trayectoria hemos ido introduciendo la tecnología en sus diversos estados de avance, sorteando los inconvenientes y barreras que habitan desde hace tiempo en los centros (incluidas las resistencias), bajo el paraguas de la creencia de que las TIC traían más dificultades que beneficios; aunque paradójicamente con el convencimiento de que serían, todavía hoy lo pensamos, la panacea, en la medida en que por momentos hemos podido constatar dichos beneficios. En la actualidad, creemos que muchos de estos inconvenientes ya están resueltos, pues comenzamos a disponer de dispositivos cuyas características son ecológicamente diseñadas para el aula, no como invasiones del mundo empresarial, de modo que nos permite pasar de la cuestión qué hacemos con la tecnología en el aula, a la otra, qué hacemos con el aula en un mundo tecnológico. En esta última seguimos investigando