En estos tiempos convulsos y de cambio, la renovación de la escuela continúa siendo, sobre todo, un horizonte al que aspiramos, más que un fenómeno palpable y generalizado. Entre las voces que claman por la transformación y sueñan con una educación inclusiva, se oye, cada vez con mayor énfasis, la necesidad de afrontar una revisión profunda e integral de la realidad educativa dominante, que abarque el qué, el para qué y el por qué aprender, el cómo se aprende y por supuesto también, el dónde se aprende.

El paradigma competencial de la enseñanza aboga por un “aprendizaje situado” que reubica en el punto central del debate la importancia de los espacios escolares. A dicho aspecto dedicamos el monográfico de este número de nuestra revista, en el que hemos recabado la colaboración de un grupo diverso de personas, claramente involucradas y comprometidas con impulsar una transformación radical de las aulas, los patios, los pasillos, los laboratorios etc. en los centros docentes y de sumar los territorios virtuales a los físicos para enriquecer las posibilidades de los aprendizajes escolares y abrir las puertas de los centros educativos al mundo actual.

Todas las personas colaboradoras nos ofrecen la perspectiva particular de sus reflexiones sobre los espacios de aprendizaje desde ángulos distintos, pero complementarios. En los artículos y las experiencias que presentamos confluyen miradas desde la sociología, la neurociencia, el arte, la arquitectura y la didáctica, que nos invitan a plantearnos y replantearnos cuestiones esenciales relativas al espacio en los centros educativos, en su condición de contextos formales.

El conjunto de tales aportaciones se sumerge en cuestiones de calado y analiza cómo influyen las características de las aulas en la atmósfera de clase y el clima de aprendizaje, reflexionan sobre la adaptación de estas a los requisitos de las metodologías emergentes, así como al impulso de la creatividad y de la participación comunitaria. Aportan su visión sobre los valores que rigen la organización y estructuración espacial de la mayoría de los centros educativos y de cómo influyen estos en la formación del alumnado. Estos trabajos coinciden en destacar el impacto de los espacios sobre las metodologías, sobre la motivación y, consecuentemente, sobre la formación de nuestro alumnado como una ciudadanía activa, crítica y feliz, en un entorno básico de bienestar y se preguntan si están las escuelas del siglo XXI dirigidas a afrontar los problemas y las necesidades que el mundo de hoy demanda.

En este monográfico nos queremos comprometer con una propuesta: reformular la concepción de nuestros centros educativos, herederos de modelos originados en el siglo XVII, por nuevas y flexibles escenografías que sitúen al sujeto aprendiz en el centro, que promuevan un sentido comunitario del proceso educativo y que se sustente en valores de libertad, diversidad cultural, ecologismo e igualdad