Revista sobre educación y liderazgo educativo DYLE Nº 24

DYLE Nº 24

Editorial

Editoral

Azucena Gozalo Ausín

Presidenta de la Federación Estatal del Fórum Europeo de Administradores de la Educación

Hace ya muchos años que José Antonio Marina rescató para nuestra reflexión sobre la esencia de la educación el proverbio africano que, con palmaria sencillez, nos recuerda que “para educar a un niño hace falta la tribu entera”. Aunque esta expresión sea de origen africano y pese a que evoque una forma de agrupamiento humano que nos es ajena desde hace siglos en los entornos occidentales, todos reconocemos en ella una especie de verdad universal, que, sin embargo, de modo tozudo contradecimos con las prácticas ordinarias de la escuela, con sus distribuciones por edades de alumnos y alumnas que agrupamos en espacios rectangulares cerrados y a los que ilustramos mediante una persona adulta para que alcancen unos conocimientos predeterminados, casi invariables desde los tiempos del Trivium y el Quadrivium.

Curiosamente, esta manera de educar pervive en sociedades muy dispares en todos los continentes, incluido aquel que acuñó el proverbio que hemos mencionado. Y lo ha hecho durante siglos, a través de cambios sustanciales en los órdenes políticos, económicos y sociales.

Llevamos décadas también hablando de la necesidad de “repensar la escuela” sin que, en realidad, nada cambie en exceso, instalados en inercias que parecen inamovibles. Sin embargo, nos enfrentamos hoy a una urgencia mayor que en otros tiempos por el propio vértigo de los cambios sociales a los que asistimos en el presente, empujados por avances tecnológicos que nos arrastran a mayor velocidad de la que podemos asimilar y que nos aíslan cada vez más de los demás, encerrados cada cual en su propio mundo virtual, hiperconectados, pero “infracomunicados”. Niños encerrados en la escuela, adultos encerrados en sus mundos virtuales, ancianos encerrados en vidas largas, cada vez más solitarias. Parece una distopía indeseable, pero no deja de ser un futuro evitable.

En nuestra mano está recuperar las redes de interconexión entre personas de distintas edades y circunstancias, niños y niñas con ansias de aprender, mayores con mucho que aportar y compartir, docentes capaces de facilitar y promover vías de conexión y aprendizaje mutuo.

La acción educativa no puede consistir en la transferencia unilateral de información de mayores a jóvenes. Debe ser un proceso multidireccional, en el que unos y otros enriquezcan su perspectiva del mundo y colaboren para conseguir una sociedad más cohesionada, unos desde su sabiduría y experiencia, otros desde su mirada fresca, su agilidad tecnológica y su capacidad de asumir retos nuevos.

Y desde esta reflexión volvemos al proverbio africano, pero aportándole el matiz que, sabiamente, propuso hace ya casi 20 años el propio Marina 1 y recuerda nuestra compañera Nélida Zaitegi: para educar a un niño hace falta toda la tribu, sí, pero “para educar bien hace falta una buena tribu” 2

Este es nuestro reto: conseguir una “buena tribu”, una comunidad cohesionada, comprometida e inclusiva, en la que todos los miembros de la sociedad se vean como aportadores y receptores de conocimiento intergeneracional. Nuestra labor, como docentes del siglo XXI, como personas comprometidas con la educación, es facilitar y promover esa cohesión y conocimiento intergeneracional que, en realidad, ha estado en la base de las sociedades humanas desde el principio de los tiempos.


1 Entrevista a J.A. Marina en ABC Sevilla (2007) https://www.abc.es/sevilla/cultura/sevi-jose-antonio-marina-para-educar-bien-nino-hace-falta-buena-tribu-200711210300-1641391943331_noticia.html

2 Nélida Zaitegui para Aprendemos Juntos, BBVA-El País (2020) https://www.facebook.com/watch/?v=1420961088088092